La mano
Cuando Garzón logró poner la mano encima a Pinochet, el mundo entero contempló admirado el gesto quijotesco del juez español. En su sorpresivo asalto a la fortaleza de cristal del despreciable dictador chileno acabó también con los muros invisibles del derecho internacional. Ya no habrá refugio para los dictadores y los criminales, se dijo entonces. Al mismo tiempo, las voces más críticas con la actuación del juez pusieron sobre la mesa un reproche moral de ida y vuelta, nada inocente y nada gratuito: “por qué no se dedican los españoles a juzgar a sus propios dictadores y dejan a los demás en paz…”
La razón ha tardado en llegar pero se ha presentado sin remilgos, con toda su cruda realidad. En España nuestros dictadores todavía son poderosos. Aquel franquismo sin Franco que aspiraban a conservar los supervivientes del viejo búnker cuando arribara la democracia, fue el principal legado de la transición española. La herencia franquista siempre ha estado visible en estas tres últimas décadas, pero nuestra inocencia democrática nos impidió comprender durante mucho tiempo que la herencia más peligrosa era la que no se veía; la que se escondía en los oscuros e inaccesibles foros de poder, la que se ocultaba en consejos de administración, organizaciones judiciales, familias bancarias, altos funcionarios de la administración y élites políticas.
Hemos gastado nuestras energías en reivindicar derechos básicos y fundamentales para nuestra convivencia democrática como la restitución de la dignidad y la memoria de las víctimas del franquismo. Hemos derrochado pasión en la defensa de la Ley de la Memoria Histórica, en la exigencia de acabar con las dos Españas pero sólo después de desagraviar a los que la perdieron en el 36. Hemos convenido que sólo era posible la reconciliación si se pagaba primero la terrible factura de los años de la ignominia. Recordar para nunca olvidar. Olvidar después de recordar.
Hemos creído en batallas justas y al final, como siempre en la historia de la civilización, los poderosos han aparecido en el último acto para acabar con cualquier insurgencia, para plantar la bota sobre el pueblo y restaurar el orden que en realidad nunca fue desorden. Todo se controlaba en las bambalinas del poder… la democracia es un juego en manos de quien no cree en ella. Un instrumento de fácil manejo para manipular las apariencias sin que nada cambie en el trasfondo. Lampedusa dijo… La democracia hay que trabajarla cada día, nos decían, porque es más débil de lo que parece.
Hace tiempo que sabemos que la democracia es vulnerable. No nos sorprende el desprecio a la que la someten los políticos que públicamente la defienden. El mundo financiero se ha aprovechado en estos años de su laxitud para fortalecer un estado paralelo en el que realmente se deciden las cosas que nos afectan como ciudadanos. Se trata de un estado obtuso y oscuro, ajeno al juego de las mayorías y exento de los juicios populares, que en democracia son las elecciones. Deciden por nosotros pero nosotros nunca podremos decidir si los queremos; están allí.
Con el franquismo ha ocurrido lo mismo. Un grupo de abogados de ultra derecha y la misma Falange están a punto de acabar con la carrera judicial de Garzón. Su delito ha sido buscar los culpables del crimen permanente sobre el que se construyó aquella deplorable dictadura. En el mundo no entienden lo que está ocurriendo. En 2010 España vuelve a ser ese gran misterio exótico que atrajo a viajeros románticos durante el XIX, recuperamos nuestra peor versión de la España de “Mano negra”, la de los poderosos que manejaban en la sombra los hilos de un país vencido definitivamente por los estigmas de su pasado de plomo.
7 comentarios
Resultados elecciones Colombia -
Juan -
laMima -
¿Que podemos esperar de un país que tiene a sus jueces claramente divididos en dos bandos?¿donde está la imparcialidad, el verdadero sentido de la justicia?..
Que impotencia.
grosem -
Yo no sé si es tanto un toque de alerta a su "hiperactividad" o una patada al gobierno en el culo del juez.
Interesante post, Juanito.
Pili Amparo -
Pero también conozco a otros que trabajan más allá de lo que manda el político de turno y son el verdadero impulso (en las raras ocasiones en que les dejan serlo) de lo que se hace en determinadas areas.
Pero lo cierto es que cuando molestan se les condena al ostracismo y a "no hacer nada" o, lo que es peor, a hacer trabajos que no sirven para nada, que para ellos es una verdadera condena.
Juan -
pili amparo -
http://imaginas-alter-ego.blogspot.com/2010/01/nueva-decada.html
Y sobre Garzón siempre me ha parecido que debe ser más de uno por todo lo que da de sí...
¿Y a los demás jueces? ¿no les da vergüenza?
Pues por lo visto no. Es más seguro que ayudan en la causa que tienen contra él.
Y es que Garzón dejaba en muy mal lugar al resto de sus acomodados compañeros.
Pero, ¿no estamos todos acomodándonos demasiado?
Siempre habrá quien no se conforme. Quien piense que no puede haber intocables. Y esa gente siempre me llena de esperanzas.