El pasmo
Valle Inclán solía decirle a Belmonte: “¡Juanito, no te falta más que morir en la plaza”. A lo que el torero respondía azorado: “se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda”. Merkel unas veces y otras veces los mercados insinúan al Gobierno español lo mismo aunque de manera sutil y sofisticada, de acuerdo a un dogma de fe enfangado en el limo del equilibrio presupuestario. Rajoy viene a responder lo mismo que el torero sevillano: “se hará lo que se pueda doña Angela, se hará lo que se pueda”. Y el voluntarioso y disciplinado político español se enfrenta a las embestidas de la economía de mercado con el mismo pasmo que hizo inmensamente popular al de Triana. Rajoy ha convertido su gestión en una trocha que conduce a España a la irreversible pobreza económica y a la miseria moral. Morir es lo que le falta al país. Una tragedia pública en la mejor tradición de la historia española. Sin sangre ni espadones; sólo el último drama en directo.
Algunos nos preguntamos si merecía la pena tanto arrobo de poder para acabar haciendo esto. “Hay método en su locura” decía el Polonius de Hamlet. Y sin duda hay método en el afán de la derecha española por desmontar un sistema de convivencia y bienestar que los españoles hemos convenido concedernos a lo largo de décadas de lucha, pactos, gestiones, cesiones y negociaciones. Esta locura planificada ha encontrado el marco idóneo de una crisis inmisericorde para razonar el argumento. Subvirtiendo principios democráticos que parecían insoslayables, el partido de gobierno apela a su mayoría absoluta ganada en las urnas para destruir los pilares básicos de nuestro sistema; sin necesidad de consensos ni explicaciones. La gran paradoja es que blande su crédito democrático precisamente para hacer exactamente lo contrario que sostenía en el programa con el que se presentó a las elecciones del pasado 20 de noviembre.
El desprecio a la razón democrática y la soberbia desmedida de quien tiene un poder ilimitado han revertido la derecha de siempre, aquella para la que el gobierno era una condición natural que se veía suplantada cuando caía en manos de los socialistas. Se sentían usurpados. Cuando las cosas regresaban a su orden natural actuaban “con sentido común”, que es la manera castiza y muy conservadora de decir que las cosas tienen que seguir como estaban dentro de unos principios morales y económicos. El general Primo de Rivera pregonaba en las primeras horas de su golpe de estado que había llegado el tiempo para aquellos que tuvieran la masculinidad “completamente caracterizada”. Es decir, era una cuestión de cojones.
Ahora la derecha mediática, cada vez más enfervorizada e inyectada en sangre, pide más cojones contra quienes se sublevan frente al sistema. Son radicales que no creen en la democracia, perroflautas malolientes que necesitan mano dura, aseguran. Es decir; que la única violencia legal existente actúe contra ellos como si se tratara de criminales. El país se hunde y los levantamientos desesperados son ataques contra el sistema. Contra el mismo sistema que ha llevado a la ruina a la economía de medio mundo y con ella a millones de familias. Pero estos comunicadores y sus políticos actúan con la habilidad del profesional de la cosa y consiguen que los ciudadanos de a pie dirijamos nuestras iras contra el prójimo: el inmigrante, el funcionario, el sindicalista, el universitario. Nos despedazamos mientras ellos continúan su marcha.
Churchill decía que la democracia es algo excelente en la medida en que nos libra de sistemas políticos peores. Sin embargo, nuestra clase política está desvirtuando los valores esenciales de la democracia con una perversidad que resultaría hilarante si no fuera dramática. El riesgo de perder lo que tenemos ya no es una hipótesis o la maldición de una distopia. Es el inicio de una nueva época y nosotros estamos en medio, comenzando a añorar lo que tuvimos e incapaces de saber lo que nos quedará.
Fernando Savater explicaba hace unos meses que hay noticias importantes en sí mismas y otras solo como síntomas. En España hace meses que las noticias dejaron de ser importantes porque son fugaces. No tenemos tiempo a digerir la toxicidad de su contenido y mucho menos a analizar sus componentes. Son yuxtapuestas por otras más letales y graves. Y en esa espiral infinita las noticias acaban siendo síntomas que proyectan el cuadro clínico de un enfermo en coma inducido. Aprovechando las ausencias o las deserciones cada día asistimos a un nuevo episodio de una regresión social, que es el escenario ideal para que hagan juego viejas ideas totalitarias que siempre que irrumpieron en la historia lo hicieron precedidas de los mismos argumentos: el miedo y la incertidumbre.
2 comentarios
Juan -
No sé cambiar el tamaño de la letra, si no te aseguro que lo haría porque yo tampoco veo nada!!!
Besos.
J.
Pili Amparo -
Los mismos jueces y mandamases varios siguieron en su puesto después de la dictadura. El rey, también...
En la inauguración del IPE, la Rudi, tuvo que oirse por parte de Valero, que España no tuviera que entrar en un nuevo periodo de oscurantismo que, como pasó en el pasado, deje a España fuera de Europa en temas científicos...
(Al nivel que, todavía no habíamos llegado...)
Que pena de pais, Juan, pero es el nuestro y lo defenderemos. Nos queda el derecho de la pataleta... pero hay tandos frentes y tanto miedo...
Gracias por retomar tu blog con reflexiones tuyas
El pasado finde te pusieron por las nubes en el programa "A vivir el Altoaragón" de Cristina Perez, a propósito del artículo de Guara... que lo sepas.
Besos desde el Pirinéo