Massive Attack
A principios de los 90 del pasado siglo el mayor foco de creatividad musical se concentró en Bristol, la ciudad portuaria de la costa oeste de Inglaterra. Los últimos años de los 80 habían estado marcados por la irrupción definitiva del hip hop como género musical mayor, y el nacimiento de numerosas corrientes alternativas y subgéneros que compartían la misma raíz callejera y experimental. La electrónica vivía en permanente revolución y se había despojado de las ataduras conceptuales y técnicas de pioneros como Kraftwer. Definitivamente era otra cosa, el universo se había abierto y para muchos fue como una epifanía, una caída paralela de otros muros de la creación, una caída tan estrepitosa y trascendental como la del muro de Berlin.
En Bristol comenzó a cocinarse todo. Desde Estados Unidos llegaban con una profusión incontrolable nuevos estilos y experiencias que dejaban en constante evidencia la capacidad de renovación de la música europea. Así había sido desde principios de la década de los 70, cuando la desaparición de los Beatles trasladó definitivamente el pulso de la inspiración y de la experimentación al otro lado del charco. Ahora la música se fraguaba en pequeños estudios de grabación o en la mesa de mezclas de DJs neoyorkinos o de la costa oeste. La discoteca había alcanzado la condición de templo de la creación musical. Y en cierta medida, aunque con una revisión permanente de los decorados de fondo, así ha seguido siendo hasta ahora, cuando el ordenador y los beats han sustituido definitivamente la composición convencional a partir de un grupo de instrumentos.
En Bristol comenzó la última etapa de esa revolución, la que estableció las bases sobre las que se desarrollaría una forma de hacer música que bien podría calificarse como el arte del reciclaje o, como escribía Boris Vian, el aprovechamiento de “las sobras completas” de unos y de otros. Al fin y al cabo, en Bristol se dignificó el ejercicio del usurpaje como expresión máxima de una manera de crear que reinventaba lo que otros ya habían hecho, o mejor dicho, reutilizaba lo que otros ya habían olvidado en sus roperos. Una suerte de “deconstrucción” de tonos, armonías, ritmos, secuencias y los famosos breakbeats. “Soul crepuscular” le llamaron.
En Bristol estaba Massive Attack, un grupo que mantenía estructuras formales que no se limitaban al propio hecho creativo. Constituidos como una comunidad o fábrica de ideas, un atelier en el que se horneaba el futuro de la música, se autodenominaban “The Wild Bunch”, marca que nunca llegaron a perder puesto que sus primeros discos aparecieron bajo el sello del mismo nombre. Andrew “Mushroom” Vowles, Grant “Daddy G” Marshal y el artista grafitero 3D fueron la primera formación estable de esa comunidad que en 1990 pasaría a llamarse Massive Attack. A ellos se uniría eventualmente la cantante Shara Nelson, mujer de portentosa voz que tendría después una discreta trayectoria en solitario. En aquellas fechas ya habían grabado algunos temas como “Daydreaming” pero hasta 1991 no tuvieron oportunidad de publicar “Blue line”, el disco más influyente de la década de los 90 y, sin ninguna duda, uno de los mejores de la historia de la música.
“Blue line” abre la puerta de lo que pronto se universalizaría como trip hop, una variante del hip hop que estaba directamente vinculado con el movimiento musical que se había generado en Bristol, hasta el punto de que muchos lo bautizaron sencillamente como “Bristol Sound”. La creación de ampulosas secuencias atmosféricas a partir de breakbeats reiterados con una velocidad inferior a la habitual, estableció un sello inconfundible que muchos lo compararon con la experiencia de un viaje sonoro. Como un levitar arropado por sonidos que parecen condensados en la atmósfera. Todo ese artilugio se tejía a partir de influencias claramente definidas como el jazz, el soul, el rap y otros géneros menores como el dub jamaicano.
En torno a Massive Attack se movía un círculo de creadores cosidos por el mismo patrón, muchos de ellos protagonistas en primera línea de numerosos acontecimientos posteriores en la música de los 90. Tricky y Portishead ya habían colaborado en varios trabajos de “The Wild Bunch” y desarrollaron carreras inevitablemente influenciadas por Massive. Sus vínculos se mantendrían durante mucho tiempo, aunque tuvieron trayectorias independientes con desigual fortuna. “Blue line” fue un fracaso comercial pero logró una unánime e insólita acogida de la crítica, fascinada por la revolución sonora que llegaba desde Bristol. En esa obra maestra de nuestra tiempo sobresalen joyas intemporales como “Safe from harm” y, sobre todo, “Unfinished sympathy”, una monumental canción nacida para trascender de las modas e instalarse en la sala de los clásicos. Shara Nelson alcanza la plenitud como vocalista y probablemente también su cumbre como artista. Veinte años después “Blue line” sigue vigente, su sonido no ha perdido ni un ápice de vanguardia y frescura, fue tan innovador entonces que ahora le sobre fuelle para pasarle por la izquierda y por la derecha a tantas nuevas tendencias que no son más que remedos del pasado.
Massive Attack ha publicado nuevo disco, “Heligoland”. Ellos sufrieron la ingratitud de la genialidad. Su opera prima no admitía segundas partes y no las hubo. Todo lo que vino después tuvo un perfil menor, sin la exuberancia del primero ni su irreverente capacidad de sorpresa. Todo lo que tenían que decir lo dejaron escrito en “Blue line”. Pero aun con todo Massive Attack mantiene un extraño prestigio que no puede justificarse por el resultado global de su trayectoria. Sólo algunos discos y algunas canciones están llamados a ocupar un lugar en nuestros corazones. Pero muy pocos pueden hacer que nos sintamos orgullosos de haber sido contemporáneos de esa obra. Nosotros asistimos al parto de “Blue line”... algún día lo podremos contar.
4 comentarios
Pili A -
Hoy andamos embutidos en la preparación de la Gala de Ballet en la que participa mi hija Luna
Pero mañana celebraremos nuestros cumples (el mio también fue este mes) en el pueblo de Barbenuta. Si no teneis mejores planes os podiais acercar por allí. Conocerás a todos o casi todos (son del 71)y es un sitio estupendo para los niños. Lo dicho estais todos invitados a comer o a merendar... estaremos todo el día.
Gracias de nuevo y saludos,
Pili Amparo Ortega
Pili A. -
Anda Juan que ahora llega el buen tiempo y hay mucho de lo que opinar, hablar y disfrutar...
Besos, todos los posibles,
Pili Amparo
cris -
cris
Inde -