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Juan Gavasa

Michael Jackson

Michael Jackson

Quería dejar pasar unos días para escribir de Michael Jackson. Esperaba que su muerte se convirtiera en un macabro suceso en manos de quienes se solazan en el fango del vecino. Así ha sido. Todos los medios de comunicación se han lanzado estos días a publicar extensísimos y documentados suplementos en los que se revisa con detalle la penosa vida de Jackson. En el más mediocre de los ejercicios periodísticos posibles, se ha puesto el acento en los turbios episodios de su vida y se ha dejado en un plano inferior la maravillosa aportación que realizó a la historia de la música. Tendrán que pasar unos cuantos años para que se alcance a comprender la dimensión de su muerte y el valor de su legado. Las torpes urgencias del periodismo amarillo han yuxtapuesto la vida íntima del artista con la trascendencia de su obra. Es cierto que la proyección pública de un personaje como Michael Jackson hizo inevitable que en ocasiones se confundiera su vida íntima con la ficción del escenario. Pero en este caso, más que en ningún otro, el cantante que se encerraba en sus demonios infantiles nada tenía que ver con el que se proclamaba poderoso sobre el escenario como el rey del pop. Su música y su carisma no fueron consecuencia de sus tormentos; más bien el arte fue la salida natural al infierno de su insatisfacción eterna. La música era la máscara, no el espejo.

                Nunca me atreví a juzgar a Michael Jackson más allá de sus discos. No me interesaba. Me entusiasma el trabajo de muchos tipos que probablemente en la intimidad son unos verdaderos estúpidos. Siempre me pareció ridículo el ego infantil de Prince, pero le considero uno de los artistas más brillantes del último tercio del siglo XX. Me importaron poco las incursiones en la India de algunos de los Beatles y me siguen resultando divertidas por absurdas las leyendas sobre los periódicos cambios de sangre de Mick Jagger. Que hagan lo que les de la gana, pero que compongan buena música. No les pido nada más. No tengo derecho a exigirles nada más.

                Michel Jackson fue el primer artista global de la historia de la música. La fama de Elvis Presley no pasó de Estados Unidos y la Europa occidental. Los Beatles se separaron bastante antes de que llegara la cultura audiovisual y Frank Sinatra fue tan sólo el cantante de cabecera del mundo anglosajón. Jackson fue el único que logró en vida conquistar los cinco continentes y convertirse en un icono universal de la música, en la figura que representaba todo el caudal creativo de finales del siglo XX. Nunca antes un artista construyó una personalidad tan arrolladora, diferente y fascinante. La efigie de Michael Jackson puede ser utilizada perfectamente para resumir toda una etapa de la historia de la humanidad. Él representó la modernidad, el final de la guerra fría, la revolución musical de la era digital y una nueva forma de entender la industria discográfica basada en el poder de la imagen. Creo que la historia le situará a la altura de Elvis y de los Beatles.

                Hay una clase de críticos musicales que nunca pudo digerir la fuerza comercial de su música. No le perdonaron sus ventas millonarias, las veleidades horteras de su estética y la atormentada deriva de su vida. Era una clase de críticos acomplejada y menguada, demasiado frustrada para reconocer el talento alejado de discos de rock clásico estructurados en torno a austeras guitarras. Lo que ofrecía Michael Jackson era suntuoso y sobrecargado, un alambicado retablo rococó de sonidos, samplers y voces que fascinaba tanto como irritaba. A ello se unía una puesta en escena grandiosa -nada que ver con lo que se había visto hasta entonces en toda la historia de la música-, y una coreografía asombrosa que influyó directamente en la naciente cultura break. En ese aspecto, Michael también fue un verdadero revolucionario.

Estamos hablando de finales de los años 70 y principios de los 80 del pasado siglo. Michael Jackson se había desprendido de las cadenas que le ataban (en el sentido literal de la palabra), a la factoría Motown del inefable Berry Gordy –la llamaban ilustrativamente “la plantación”-. Junto con sus cuatro hermanos había triunfado en los años anteriores con los Jackson 5, un juguete que dio pingües beneficios a Gordy en la misma medida que sirvió para destrozar la infancia y la autoestima del pequeño Michael. Hoy ya no hay duda de que aquellos años de explotación y férrea disciplina paterna moldearon la frágil personalidad del artista y contribuyeron a construir su universo maldito de miedos, inseguridades, desafectos e infelicidad.

Michael fichó por Epic y de la mano del mítico Quincy Jones grabó en 1979 “Off the wall”, un disco clave en la historia de la música pop y, para muchos, el mejor de su carrera. Jones le diseñó una lujosa producción, soberbia y sofisticada. Su responsabilidad en el nuevo sonido de Michael puede compararse a la que tuvo Phil Spector en las últimas grabaciones de los Beatles. La música disco entraba en barrena con el agotamiento por sobreexplotación de muchas de las estrellas de la Motown, y la dimisión por sobreexposición de algunos nombres que habían exprimido al máximo los años de gloria de las discotecas. Isaac Hayes, Earth, Wind and Fire, James Brown, Al Green, Curtis Mayfield, Sly Stone and the family, Stevie Wonder… todos eran artistas en franca recesión y la música de color necesitaba un revulsivo inmediato. Michael irrumpió con “Off the wall” y todo cambió.

Tres años más tarde llegó “Thriller” y lo que ocurrió a partir de entonces ya forma parte de la historia de la música, está escrito en los libros. “Billie Jean” primero y después “Thriller” convirtieron el álbum producido nuevamente por Quincy Jones en un verdadero fenómeno social en todo el mundo. El disco fue grabado en diversas pistas y montado posteriormente en estudio con todos los inconvenientes de la incipiente técnica digital. Sin embargo el meticuloso Jones logró construir una atmósfera sonora impecable y maravillosa, en la que todas las voces e instrumentos se ensamblaban con la delicadeza de un orfebre. El erudito crítico musical oscense Luis Lles afirma desde hace años que “Thriller” es el mejor disco de la historia. Yo no me atrevería a afirmaciones tan rotundas pero no tengo ninguna duda de que se trata de uno de los mejores. Por el conjunto de canciones que encierra, por la magia de su sonido y por el carácter revolucionario de su estrategia promocional es evidente que estamos ante uno de los discos más influyentes de la historia.

 

Con “Thriller” se instaló definitivamente en la industria musical una forma de hacer las cosas que todavía hoy, en plena era de las descargas por internet, sigue vigente. El vídeo de “Thriller” dio alas a un dubitativo proyecto empresarial: la MTV. El corto de 13 minutos que dirigió John Landis con la participación de Vincent Price obligó a todas las discográficas a echar el resto en la producción de los videoclips de sus estrellas. Sin “Thriller” probablemente las cosas hubieran sido bien distintas. Los detractores de Michael Jackson suelen criticar su endeble propuesta musical, la levedad de sus baladas y la almibarada comercialidad de sus canciones. No aprecian que, en realidad, Michael era un adelantado a su tiempo en muchos aspectos y un verdadero visionario de las tendencias musicales en ciernes. En “Thriller” hacía un evidente guiño a la música africana en “Wanna Be Startin Somethin” (tantas veces sampleada posteriormente), ofrecía indicios de hard rock en “Beat it” con la participación de Edie Van Halen, y sentaba las bases de la nueva música dance y del funk con “Billie Jean”. Este inagotable caudal de influencias e intuiciones se reforzaría en el también magnífico  “Bad”, y en menor medida en “Dangerous”, donde contó con la colaboración del guitarrista Slash. Pop, Rock, Rap, Hip hop, hard rock, funk, soul… el legado musical de Michael Jackson es en realidad una perfecta síntesis de casi todo lo que ha sonado en los últimos 30 años en el mundo. Lástima que la máscara de artista no pudiera esconder la miseria del hombre. Pero, como decía Luis Lles, a los mitos no les pedimos que sean como el vecino de arriba, queremos que sean diferentes y extravagantes para adorarlos.

1 comentario

Pili Amparo -

En informe semanal me dijeron (yo no lo ví) que analizarón solo la carrera musical.
En la escuela de verano hoy el tema principal que hablaban los niños era sobre los detalles del funeral: Puro circo
Pero afortunadamente no todos los medios son iguales. Este mismo artículo esta muy bien.
Estoy deacuerdo con Luis Lles, el disco de Thriller lo tenían mis hermanos mayores y yo no me cansaba de ponerlo. Todas las canciones estaban bien. Quizá la que menos me gustaba era precisamente Thriller por lo oída...
No, no hay que pedirles nada más: si son músicos, buena música y ya es mucho.