Caricaturas
Javier Marías hoy (5/07/09) en El País
Decía Richard Ford, el viajero inglés que en el siglo XIX recorrió toda España a caballo y en diligencia y cuya magnífica serie de libros al respecto se ha reeditado hace poco aquí sin la alabanza que merece, que una de las más invariables características españolas, desde tiempos de Viriato y aun más atrás, era la de tener pésimos reyes, generales, caudillos, mandatarios eclesiásticos, gobernantes y jefes: indignos de confianza, abusivos, despóticos, engreídos, soberbios, incompetentes y metepatas. Ford celebraba que, de vez en cuando, a este o al otro sus subordinados hubieran acabado pasándolos por las armas tras rebelarse contra ellos, pero lamentaba que tan sabia y justa decisión llegara siempre demasiado tarde, cuando el dirigente había cometido todos los estropicios posibles y había dejado inservible o arruinado lo que quisiera que tuviera a su mando.
Es llamativo que esta característica se mantenga al cabo de los siglos, más aún cuando desde hace tres décadas los responsables políticos son elegidos y no nos vienen impuestos, como sucedió casi siempre a lo largo de nuestra historia. Basta echar un vistazo desapasionado a quienes mandan en los partidos, en el Gobierno, en las Comunidades Autónomas y en los Ayuntamientos para comprobar que poco ha cambiado. La mayoría rivalizan en decir y hacer estupideces dañinas. Pero la cosa va más lejos y alcanza a casi todos los ámbitos, de manera que ya no se sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina, esto es: si los que tienen poder o podercillo, los que mandan algo en cualquier sitio, sea un Ministerio o una oficina, están ahí colocados por su inoperancia e imbecilidad, o si bien todo el mundo se vuelve inoperante e imbécil en cuanto se le da algún poder o podercillo. Pero miren a su alrededor, cuantos tengan jefes o eso aún más terrible llamado “jefes intermedios”, o cuantos conozcan a personas que los padezcan, y díganme cuántos sienten un mínimo aprecio por ellos, o admiración si es posible.
Cierto que yo no he tenido apenas, y que, de hecho, a la pregunta de las entrevistas “¿Por qué escribe usted?”, a menudo he respondido: “Para no tener jefe y para no madrugar”. Tuve dos en los años en que di clases, uno en Inglaterra y otro en España. Tal vez fue casualidad, pero el inglés (bueno, galés) era un tipo estupendo y eficaz, respetuoso, con sentido del humor y en absoluto autoritario; jamás se metía en lo que no lo concernía y procuraba que su departamento fuera lo mejor posible. El español, en cambio, fue subdirector durante un tiempo en que, por razones burocráticas, no hubo director, luego era él quien lo dirigía todo en la práctica. Bastó con que de pronto se lo nombrara oficialmente director –nada cambiaba de hecho– para que se hinchara, actuara como una madre superiora y se hiciera celoso de sus subordinados, hasta el punto de preferir que su departamento empeorara con tal de que ninguno destacara.
El jefe español –incluidos subjefes o jefes intermedios– se levanta todas las mañanas no pensando en cómo hacer bien su tarea o sacar mejor rendimiento a quienes tiene a sus órdenes (sin explotarlos), sino diciéndose: “Soy jefe, a ver cómo lo hago hoy notar”. Para él, lo importante no es que las cosas funcionen bien gracias a su trabajo, sino saberse por encima de otros y que esos otros dependan de sus decisiones. Por eso está mucho más atento a sus subalternos que a su quehacer. Les da órdenes arbitrarias y contradictorias para pillarlos en falta, y por supuesto jamás admite, cuando sobreviene el desastre, que éste tenga nada que ver con él, de la misma manera que si alguien de su equipo alumbra una buena idea, se apropiará inmediatamente de ella y acabará creyendo que fue suya. Al jefe español le gusta perorar ante sus empleados, les hace perder el tiempo y los abronca luego por los retrasos que él causa. Nada más ser ascendido y aterrizar en su puesto, decidirá que el mundo empieza con su advenimiento y lo cambiará todo, incluido lo que hasta entonces marchaba. Piensa que debe notarse su aparición al instante, y el ejemplo más nítido de esto lo encontramos en los Ministerios, cuyo cada nuevo inquilino despide a todos los cargos del anterior y deshace cuanto éste hubiera emprendido, fuera acertado o no. El jefe español es incapaz de limitarse a administrar, conservar y mejorar: está siempre lleno de peligrosas iniciativas y de ideas imbéciles, que a menudo sólo anuncia –si puede, a la prensa–, para luego no dar palo al agua. Algunos sí se ponen manos a la obra y el resultado es aún más catastrófico: si, por ejemplo, mandan en un Ayuntamiento, deciden erigir un innecesario polígono industrial junto a las ruinas de Numancia y cargarse un paisaje bimilenario; o excavar túneles y aparcamientos superfluos que destrozan las ciudades; o descatalogar los Jardines de las Vistillas (!) para que la Iglesia construya en su lugar mamotretos (algo tan grave como permitir edificar en el Retiro o en el jardín Botánico, que serían solares apetitosísimos). A Ford no le faltaba razón: llegamos siempre tarde.
Por supuesto que hay excepciones, y que esta descripción de los jefes españoles es una generalización, una caricatura y una exageración. Lo malo de nuestro país es que la realidad siempre acaba imitando a su caricatura, y aun la deja pálida.
9 comentarios
Juan -
CRIS -
¡je¡ Lo de los "liberados" de los sindicatos si que tendría un capítulo aparte, si. Te aseguro que alguna vez ya me he echado al monte por no compartir criterios, digamos empresariales y acabé en el paro. Al hilo del post de Juan de los jefes...allí hay todo un mundo que unos dirigen como un cortijo y otros prefieren compartir y escuchar para crecer juntos. Bueno...al fin y al cabo la dirección de una emnpresa es también política ¿no?. Pero, si, creo que hablamos de lo mismo. Y hasta compartimos , me da, los mismos cabreos por lo que voy leyendo.
JUAN.- Pero ¿por qué existe esa transformación brutal del antes y después?. Es decir´: un político que reivindica, exige, da la cara, se enfrenta, defiende y no por el, ojo, por los demás...y en el momento en el que roza el sillón del despacho ¡zas! se diluye todo como si existiera una extraña maldición. El hombre es ambicioso por naturaleza, le embriaga el poder de una firma, la posibilidad de hacer dinero fácil..¿qué pasa?. Lo cierto es que últimamente entre la política, la iglesia y otras minucias una está por apostatar de todo. ¿Tan difícil es ser coherente..?
Juan -
Es verdad que cualquier ciudadano, aunque sólo conduzca un tractor, tiene derecho a participar en la política. El problema no es el tractor o el master, sino la facilidad de quien entra en política para olvidarse de que ejerce un cargo al servicio del ciudadano.
Emilio. -
Yo mismo, estuve unos cuantos meses sin cobrar, amenazado e insultado por uno de esos caciques analfabetos que consiguió montar una ETT por hacerle una huelga y si tuviera las ganas de contar los tejemanejes que hubo en las cloaquillas de jefes de servicio de la d.g.a, gerentes, y liberados de CCOO y UGT te entrarían las mismas ganas de lanzarte al monte que a mi.
Igual me da un tipo con un master que un licenciado en algo, pero que por dirijir la comarca se jugara algo, que debía ser su puesto de trabajo. El problema, es que todos estos de los que te hablo han entrado en política sin apostar nada. Los de antes, al menos se jugaban algo, exilio, carcel o palizas de la politico social, pero como dijo el chulo de Valencia, Sr. Zaplana, la política es el camino más rápido para hacerse rico.
Saludos.
cris -
Veo que andáis algo alterados. Razones tenéis. Emilio comparto tu cabreo pero discrepo en algo. Conozco muchos "master" y licenciados con preparación para dirigir una comarca, una autonomía o un gobierno. Pero, a algunos de los que conozco, les falta la dosis de principios ,necesaria, como para gobernar con mínima dignidad. Hay quienes llevan tractor y están más en el mundo, te lo aseguro. Por esa regla de tres convendría poner en los cargos a multimillonarios que no tuvieran intereses económicos ni ansias de medrar. Asi que , entre los dos, me habéis hecho reflexionar y retrotaerme a esa época en la que los políticos en ciernes eran auténticos revolucionarios de lo suyo y sobre todo coherentes, muy coherentes. Plenos municipales donde los ciudadanos acudían con pancartas y con protestas; oposición que tenía argumentos inteligentes; gente que se movilizaba y se enfrentaba a la autoridad competente. No nos equivoquemos que , a veces no siempre, tenemos los políticos que nos merecemos. ¿Dónde estamos escondidos ? quizá estemos en las gradas y, ya, hayamos desistido de ocupar el escenario..¿no?
Emilio -
Por cierto leo al Pérez-reverte que esta semana está igual de calentito que nosotros sobre el tema.
Saludos
Juan -
Emilio -
A los únicos que admiro y respeto y del único sitio que creo que ahora salen buenos políticos, como deben ser entendidos de servidores del pueblo, es en el país vasco.
Un presidente de Comarca, como el de la mía, suele ser un tipo, que lo más que había hecho era llevar el tractor de un sitio a otro arando tierras y ahora con un sueldo de 3000 euros repartiendo cacicadas. Y digo yo si por ese sueldo no se podría contratar a alguno de los miles de licenciados, con idiomas y masters y buena preparación que este pais estuvo produciendo en masa y que ahora los tiene colocaditos con sueldos de mierda o en el paro o de repartidores. Si uno de esos no podría funcionar como gerente de una comarca, y si no funciona, cesado y al paro, como en cualquier sitio. Y no los imbeciles que nos administran.
En fin que me caliento.
Abrazos.
Emilio -
País.