Isaac Hayes
La muerte de Isaac Hayes, a los 65 años y por causa natural, deja a la música negra estadounidense sin uno de sus más activos e innovadores representantes. Compositor, arreglista, productor, pianista y vocalista, Hayes fue parte esencial del irrepetible soul de Stax Records, la legendaria compañía con residencia en Memphis. A él se le debe buena parte del avance de los sonidos negros hacia el funk, con arreglos menos viscerales y más bailables y atmosféricos.
Nacido en 1942 en un pueblo del Estado de Tennessee, la historia de Hayes tiene atributos casi épicos. Se quedó huérfano al poco de nacer después de que su padre abandonó a su madre y ésta murió a los 18 meses de dar a luz. Fue educado en la pobreza por sus abuelos, mientras una radio le mantenía en contacto con el mundo y, especialmente, con la música de aquellos años. “Solía soñar con tener una cama caliente, un buen almuerzo y ropas decentes que ponerme”, confesó en una entrevista años después. Ciertamente, en los comienzos de su vida, nunca tuvo un lugar adonde ir. Cuando sus abuelos se trasladaron a Memphis, amparados por tíos lejanos, Hayes estuvo viviendo en todo tipo de lugares y trabajando de cualquier cosa para sacar dinero. Llegó a dejar el colegio por la vergüenza que le daba asistir con zapatos llenos de agujeros, aunque luego regresó y ganó un concurso de talentos al cantar un tema de Nat King Cole.
Stax Records fue su hogar
La música sería su refugio, y la compañía Stax Records, en pleno guetto negro de Memphis, su hogar. En la que fue la casa de los sonidos más excitantes que ha dado la música negra, Hayes se convirtió a principios de los setenta en uno de los músicos más solicitados. Tras tocar con varias bandas por garitos de la ciudad, empezó a colaborar en grabaciones del sello. Al poco tiempo pasó a ser uno de los más activos pianistas de sesión de la casa, sin olvidar en ningún momento su faceta como letrista, lo que le llevó a formar parte de más de 200 colaboraciones. Recibió su primer sueldo de Stax tocando el piano para Otis Redding, con el que grabaría el magnífico Otis Blue.
Por aquel entonces, cuando Estados Unidos era invadido por el pop de los grupos británicos desde los Beatles hasta los Rolling Stones, Hayes era un músico contratado por Stax Records, cuyo nombre había que buscar en la letra pequeña de los créditos de algunas de esas canciones negras que no llegaban a las listas blancas pero que la historia ha situado como auténticas joyas desfogadas del rythym & blues. En su haber se encuentra, entre otras, Soul Man, de Sam & Dave, B-A-B-Y, de Carla Thomas, o I Had a Dream, de John Taylor. Pero su imaginación y peculiar sentido del ritmo le llevaron a desarrollar un sonido más personal, alejado de la fuerza vocal de otros compañeros.
Atmósferas orquestales
Tenía olfato para los arreglos diferentes y se ganó una reputación dentro de la compañía, por lo que pudo impulsar su técnica en solitario y publicó con inesperado éxito Hot Buttered Soul, donde sus limitaciones como vocalista son hábilmente dosificadas por atmósferas orquestales de larga duración. En un período en el que sólo se conocían singles, este disco contaba con tan sólo cuatro cortes superando los 40 minutos. La instrumentación ganaba mucho protagonismo y se salpicaba con notas vocales de sensualidad. Eran los cimientos para el edificio del funky instrumental y romántico que luego habitaron artistas como Marvin Gaye y Barry White. Otros nombres como George Clinton, Temptations o Sly & The Family Stone partirían de esa sonoridad para adentrarse en otros experimentos igual de interesantes.
El reconocimiento del gran público llegaría en 1971 al obtener el Oscar y dos Grammy por su canción Shaft para la película del mismo título. Luego, grabaría bandas sonoras, empezaría una carrera de actor para cine y televisión y se involucraría en varios proyectos humanitarios. El nombre de Isaac Hayes era entonces sinónimo de éxito e independencia artística, e incluso tuvo connotaciones religiosas. En 1972 ganaría otro Grammy por su álbum Black Moses, en cuya portada aparecía como el mesías negro. No lo era, pero hoy son muchos los raperos estadounidenses que reconocen su legado. Al fin y al cabo, fuera de cualquier liturgia, su música tuvo algo de anunciación y consagración para el soul, el funk y lo que llegara después.
* Artículo publicado en la edición de El País de hoy
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