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Juan Gavasa

"Clorofila", tecno corridos del siglo XXI

¿Podía hacerse trip hop sonando de fondo un acordeón y un bajo sexto sin caer en la verbena? ¿Podía llevarse la atmósfera de Bristol de principios de los 90 a Tijuana sin que estallara el caos en la frontera mexicana? ¿Podía mezclarse la música norteña con secuencias electrónicas sin que la cosa sonara a broma? Hace algo más de una década Nortec Collective aportó respuestas afirmativas a estas y a otras prevenciones cuando revolvieron la escena musical mexicana con su primer álbum en 2001. Panóptica (Roberto Mendoza), Bostich (Ramón Amezcúa), Hiperboreal (Pedro Gabriel Beas), Fussible (Pepe Mogt) y Clorofila (Jorge Verdín), todos ellos con proyectos independientes al margen del colectivo, conformaron  en Tijuana el núcleo original de una especie de “cooperativa de ideas” que quería explorar las posibilidades que ofrecía la fusión de la música electrónica con la norteña y la de banda sinaolense mexicana. Al mismo tiempo introducían la imagen y el diseño como piezas fundamentales de una identidad visual tan meditada e importante como la musical.

En aquellos años otros grupos ya se habían decidido a explorar el inabarcable territorio del folclore para crear nuevas texturas sonoras trasplantadas a la musicalidad del nuevo siglo. Gotan Project desde París fusionaba con gran éxito comercial el tango y la electrónica, y el Señor Coconut había forzado aún más la máquina al agitar en la misma coctelera temas de Kraftwer con cumbia y salsa. No había límites para la aventura más allá de los que imponía el buen gusto y la coherencia, demasiadas veces una frontera difusa. En esas, los fundadores de Nortec Collective dieron sustancia a una idea puramente intuitiva. La versión oficial en boca de Jorge Verdín dice que escucharon en una boda a una de las típicas bandas sinaloense de México, en la que predominan los instrumentos de viento –tubas, saxos, trombones, trompetas…-, al estilo de las grandes fanfarrias europeas. “Aquello sonaba a “Drum&Bass”, recuerda Jorge Verdín (Clorofila) con trazas de epifanía.

Ya se sabe que los músicos siempre se movilizan ante una buena idea o un brote de inspiración. Y la tentación de mezclar samplers con toda una sección de viento sinaloense ofrecía prometedoras experiencias sensoriales. Las grabaciones en estudio acabaron de confirmar las expectativas de aquel experimento embrionario, hasta entonces sólo carburante de la ensoñación de los músicos. El nuevo sonido ya siempre se conocería como “nortec”, por razones obvias. “Los acordeones, los bajos, los metales, la tuba y la percusión nos dieron el anclaje geográfico en Tijuana” afirma Verdín, quien siempre ha insistido en la obsesión del colectivo por que “Nortec” “sonara a Tijuana, sonara a México”. El grupo grabó dos vibrantes álbumes en 2001 y 2005 “The Tijuana Sessions Vol 1 y Vol 3” con una política de equipo cooperativista y asamblearia; cada miembro aportaba al colectivo sus propias canciones y la suma de ellas configuraba el disco. Aquellas sesiones de Tijuana causaron una honda conmoción en la escena electrónica mundial, cuya reacción fue entre cautivadora y displicente. En México arrasaron con unos directos electrizantes, nunca mejor dicho.

“Nortec” se disolvió en 2007 y desde entonces sus componentes han continuado grabando en solitario pero siempre con el sello “Nortec Colective” como preámbulo y etiqueta. Cada uno de ellos ha seguido realizando catas sobre la tradición mexicana pero conservando reconocible esa mixtura de música norteña y electrónica que ya han hecho universal. Los mexicanos todavía recuerdan la que montaron al alimón Bostich y Fussible en la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos celebrados el pasado año en Guadalajara. No había mejor manera de mostrar al mundo el México moderno y vanguardista, alejado de los tópicos.

Jorge Verdín “Clorofila” ha sido el más activo de todos los “Nortec” y probablemente el que ha experimentado una evolución intelectual más interesante y reconocida. Ha conservado su personalidad individual y al mismo tiempo ha trabajado en el proyecto alternativo “Trémolo audio”, en una línea más lounge y soft music. Mañana presentará en Pirineos Sur las canciones de su disco “Corridos urbanos”, publicado en 2010. Se trata de un acontecimiento musical de primer orden, puesto que el músico mexicano actuará en el escenario de Sallent de Gállego con el formato más amplio de los tres que maneja en sus actuaciones. Estará acompañada de la Banda Agua Caliente con su espectacular sección de viento sinaloense, una vocalista y un videoDJ.

El directo de “Clorofila” es como un gran cabaret postmoderno, una verbena electrónica del siglo XXI en la que su responsable promueve la polifonía de ritmos orgánicos y samplers como si fuera un director futurista. Su “tablet” atestada de sonidos pregrabados dirige a este combo que suena a Tijuana pero ensambla con el espíritu presente de Massive Attack, Chemical Brothers, Bassament Jaxx, Rinoceroise, Portishead, Tricky, LCD Soundsystem, Moby y tantos otros. Jorge Verdín ha hecho un reciclaje de sonidos y como si de un proceso de deconstrucción se tratara, los ha deformado hasta convertirlos en un artificio sonoro enigmático y atmosférico.

Un producto lujoso y sofisticado parido en la frontera mexicana, en esa tierra mestiza y caliente educada en la cultura popular del corrido e impactada cada día por una violencia infinita. Como ha recordado Jorge Verdín, su concepto de la música y el estilo “nortec” “son hijos de un espacio de mestizaje, en la Tijuana mexicana profundamente influenciada por la música norteamericana y Europea”. Sólo allí podía inventarse un sonido tan mexicano pero tan moderno y global a la vez.

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