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Juan Gavasa

Manu Chao, la verbena punk

Mañana miércoles se cerrará un círculo en Pirineos Sur. Su director, Luis Calvo, había confesado coincidiendo con la XX edición celebrada el pasado año que el único artista que no había conseguido traer al auditorio de Lanuza era Manu Chao. Ya está hecho. El cantautor francés de origen español actuará mañana en el Valle de Tena como consecuencia, en recientes palabras del periodista de El País, Luis Hidalgo, “de una adecuada conjunción astral”. Porque en esta ocasión ha sido el propio Manu Chao el que ha elegido Pirineos Sur para cuadrar las fechas entre su gira francesa y un concierto en Cascais (Portugal) el pasado domingo. La fortuna del calendario ha sonreído al festival oscense.

Luis Calvo ha señalado que “Chao tenía ganas de venir hace tiempo a Pirineos Sur y ahora se han dado las condiciones para que fuera posible”. Son solo dos conciertos en nuestro país (Pirineos Sur y Porta Ferrada de Sant Feliu de Guixols); los primeros programados en mucho tiempo al margen de los que suele hacer frecuentemente de forma espontánea y casi clandestina en pequeños recintos. Con Manu Chao las cosas son así, él decide cuándo y cómo tienen que ser las cosas y  a este irreductible comportamiento se debe buena parte de su prestigio intacto. Diego Manrique dijo de él que era “el hombre más libre del negocio musical”.

Cuando Pirineos Sur echó a andar en el verano de 1992, los “Mano Negra” viajaban en el carguero Melquiades por toda Sudamérica ofreciendo conciertos gratuitos en plazas públicas con el patrocinio del gobierno francés. Aquel proyecto denominado “Cargo92” acabó con la convivencia de los miembros de la banda. En julio de ese año dieron en Buenos Aires el último concierto de su historia con la formación original. La publicación dos años después de “Casa Babylon” con el impactante “Sr. Matanza” se produjo con la banda técnicamente disuelta. En aquél tiempo la figura de su líder, Manu Chao, comenzaba a adquirir un aura mítica por su activismo social, su actitud siempre irreverente con los poderosos y sus constantes peregrinaciones por los rincones más recónditos y míseros del mundo pobre. Su estética era entonces la representación máxima de lo alternativo, su discurso un puñetazo en las conciencias y su música un festín de ska, punk, salsa, rumba, flamenco, hardcore, reggae, blues, funk y canción francesa.

Pirineos Sur crecía, se afirmaba y comenzaba a explorar territorios ignotos y culturas tradicionalmente marginadas y desconocidas. Y de algún modo el espíritu que reverberaba en la figura musical e intelectual de Manu Chao era un sincretismo de todos los valores que el festival oscense empezaba a divulgar como seña de identidad. Y ya desde entonces quedó para siempre consolidada la especie de que Pirineos Sur era a los festivales lo que Manu Chao a la música; la voz de las culturas sin voz, la música como energía y no como aditivo, y el espíritu de cooperación como horizonte. Así que sólo podía ser cuestión de tiempo que el cantante acabara tocando en un Festival que ha perfilado a lo largo de los años un tipo de público “muy de Manu Chao”.

El autor de “Próxima estación: Esperanza” ha adquirido una dimensión social que incluso ha llegado a ensombrecer su figura como músico y compositor. Como señala el periodista musical Gonzalo de la Figuera,  a raíz de la publicación en 1998 de su primer disco en solitario, “Clandestino”, el cantante hispano-francés “se convirtió en un icono alternativo cuyo alcance excedía lo puramente artístico para entrar en el peliagudo terreno de lo sociológico”. Encumbrado a la categoría de líder del inconformismo y azote de lo políticamente correcto, Manu Chao se ha situado por encima de su propia carrera musical en un estadio acomodado tan solo a los referentes generacionales.

Pese a que sus últimos discos “Radio Bemba Sound System” y “La Radiolina” no han tenido la repercusión de los primeros ni tampoco el impacto como producto musical que tuvo su etapa al frente de Mano negra, cada movimiento de Chao o cada rumor de nuevo concierto se convierten en un acontecimiento que acontece en una esfera cercana a la mitología popular. Aunque en cierta ocasión afirmó que no se sentía líder del movimiento antiglobalización ni aspiraba a ocupar ninguna vanguardia social, lo cierto es que su manera de vivir siempre en el lado más desdichado y su música tan cercana han influido en varias generaciones de jóvenes artistas que han querido ser como él, algo probadamente imposible.

Manu Chao, hijo del periodista y escritor español exiliado en París Ramón Chao, lideró junto a su hermano Antoine y su primo Santiago Casariego los míticos Mano Negra, un original grupo que en el tránsito entre los 80 y los 90 del pasado siglo alumbró un estilo musical nuevo enraizado en el punk con sonoridades multirraciales y unas letras comprometidas e ingeniosas. “Mala Vida” o “King Kong five” fueron canciones que hicieron mundialmente famoso al grupo y causaron el asombro de la crítica especializada, impactada con esa combinación efervescente de rock, ska, reggae, rumba, salsa, canción francesa y otros estilos en la misma onda. Luego llegó la consagración definitiva con la traslación al directo de esos sonidos reconvertidos en una verbena del siglo XXI de energía frenética.

La historia de Mano Negra terminó mal. En 1994 después de numerosas desavenencias entre sus miembros y algunos episodios que pertenecen ya a la leyenda del grupo, sus componentes se dispersaron por diversos caminos y Manu Chao decidió entonces emprender su carrera en solitario. Durante algún tiempo trabajó en diversos proyectos musicales como Radio Bemba, pero cuando en 1998 publicó “Clandestino”, ya lejos del mestizaje multirracial de Mano Negra, su figura musical se agrandó en una dimensión digna de estudio sociológico. Su mirada musical ya estaba puesta fundamentalmente en Sudamérica, aunque sus letras hablaban de la pobreza y de las injusticias de cualquier parte del planeta. Canciones como “Clandestino”, “Bienvenido a Tijuana”, “Bongo Bong” o “Desaparecido” mudaron de la noche a la mañana en himnos generacionales. “Próxima estación: Esperanza” consolidó en 2000 su trayectoria con canciones que mantenían el pulso y la soltura comercial, sobre todo “Me gustas tú”, en una línea de continuidad compositiva y formal.

El fenómeno global que es Manu Chao se construye sobre unas bases musicales populares y tremendamente eficaces, que parecen no agotarse debido fundamentalmente al carisma desbordante del cantante y a las letras siempre beligerantes que nutren su discurso antisistema. En este caso el mensaje es lo más importante, una agria letanía más vigente que nunca vestida con los ropajes de una música que obliga a saltar, gritar y cantar. Los conciertos de Manu Chao son de una intensidad agotadora, una descarga de punk, ska y reggae con la que solo es posible botar.

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