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Juan Gavasa

Mallos

Mallos

Inmensos y solitarios, los mallos singularizan el paisaje de las sierras exteriores del Pirineo central. No pertenecen al perfil grandioso de la cordillera axial pero rivalizan en espectacularidad y asombro. Riglos, Agüero, Vadiello... grandes torres de conglomerado surgidas de la nada, ancladas como barcos varados en medio de paisajes que no están a la altura de las circunstancias de la naturaleza. Los mallos, topónimo aragonés derivado del latín malleus “mazo”,  son  grandes escarpes rocosos de rotunda verticalidad,  adosados en la ladera de una montaña. Nacieron en la era terciaria de un antiguo cono de deyección constituido por una masa de conglomerados que se depositaron en el borde externo de la cordillera pirenaica. Estos deshechos adquirieron vida propia y se transformaron en sugerentes y altivas formaciones graníticas tan salvajemente bellas que se instalaron en el imaginario popular como obra de seres malignos. Sólo una mente diabólica podía ser capaz de tamaño reto a la madre naturaleza.            

Y así durante la oscura Edad Media los mallos, principalmente los de Riglos y Agüero, fueron habitados por seres malignos que protegían las formaciones rocosas y sus privilegiadas perspectivas. En este tiempo Riglos fue el efímero Reino de los Mallos, cuando a su muerte Pedro I dejó  en herencia a su esposa Doña Berta Cruz,  el único paisaje que podía compararse a su belleza y dignidad. Poco después Alfonso I el Batallador recuperó los territorios para el Reino de Aragón y rompió con su espada aquel sueño de amor.           

En esos riscos imposibles Pedro el Saltamontes labró su leyenda de saltador prodigioso y atleta memorable. Una vez apostó con los vecinos que podía saltar desde el Pisón, el mallo más alto de Riglos, al suelo sin sufrir daño alguno. Sólo puso como condición que los espectadores se alejaran del lugar de caída “para verle mejor”. Nada más saltar corrió con su mujer y el dinero de la apuesta en dirección contraria y nunca más se supo de él. Los mallos mantienen intacta la magia que azuza retos humanos y nuevas conquistas. Paraíso de sueños montañeros y buitres que realzan con su sereno vuelo la altivez y majestuosidad de una verticalidad natural sobrecogedora.

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