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Juan Gavasa

Máquinas y hombres

Orelha Negra es un ejemplo más de la efervescente escena musical portuguesa. Lisboa y Oporto se reparten los focos de mayor creatividad y vanguardia. Formados a partir de retales de la mítica banda Cool Hipnoise, los lisboetas vienen de arrasar en el Optimus Alive, el festival más importante y popular del país vecino. Orelha Negra es más que una banda de música. Sus extensas influencias y su concepción del grupo se acerca más a una cooperativa de ideas que a una formación de corte convencional. Hay elementos en su proyección exterior que dicen tanto como su música. Se han hecho populares por su afición a la técnica del “sleeve face”, un divertido entretenimiento consistente en cubrirse el rostro con la portada de un disco de vinilo. En el caso de los Orelha, la elección de esas caratulas no es una cuestión anecdótica o puramente estética, sino una declaración de intenciones sobre los gustos que alimentan su cocido musical. Esconderse tras una máscara reconocible es una manera también original y eficaz de explicar al mundo quienes son, o mejor dicho, por qué son como son.

Tipos como Marvin Gaye, Roberto Carlos o José Feliciano pueden convivir en el laboratorio donde se cocina el groove de los portugueses. Es la confirmación además de que su música es una especie de proceso de deconstrucción en el que se rescatan viejas glorias todavía en formato de vinilo, como si se tratara de un trabajo antropológico de investigación. La consecuencia de todo ello es, sin embargo, algo fresco y actual que va más allá de la memoria colectiva que arma la escena musical de los últimos 40 años. Funk, jazz, soul o hip hop dialogan con soltura mediante grooves, breaks, samples y loops que emanan de una MPC, un par de platos Technics, una batería, teclas y bajo. Podría resultar escasa artillería para trasladar el invento a un escenario, pero el directo de los Orelha Negra es demoledor y estimulante. 

Aprendieron de la música cargada de alma y de groove, del espíritu fracturado del hip hop, del singular legado de la música portuguesa y se apoyan en la inusual interacción entre groove programado e impulso real. Cuando se oye esta música se trata de diálogos entre el pasado filtrado por el sampler y el presente imaginado por los músicos. Por lo tanto habría que aclarar que Orelha Negra no se dedica a construir a base de jirones de la historia de la música, sino que lo suyo es un trabajo de interpretación. O más bien de reinterpretación de los sonidos que estimularon su creatividad como grupo. El ritmo tiene un papel muy importante: el funk sudado, sincopado y repetido que sirvió de fundición a una revolucionaria historia. Han dicho de ellos que son un laboratorio de investigación de nuestra memoria, y sin duda es la mejor manera de definirlos.

Al margen de lectura sobre lo que son y lo que proponen, los portugueses son unos músicos excepcionales que invierten tiempo e imaginación en la revisión de su extenso catálogo de influencias. No temen el peso de la historia al evocar distintos recuerdos musicales, que elevan a la superficie mediante un lenguaje honesto y explosivo entre el hombre y las máquinas.

 

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