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Juan Gavasa

Tránsito sonoro

Alguien dijo recientemente de Pirineos Sur que era “más que un Festival”. A diferencia de otros eventos que se limitan cada año a programar un conjunto de conciertos sin solución de continuidad, el festival de la DPH decidió comprometerse con la cooperación cultural y establecer marcos de colaboración con festivales africanos. Hay un componente ideológico en este planteamiento que responde al convencimiento de que la cultura es siempre un eterno viaje de ida y vuelta. En las ediciones anteriores Pirineos Sur presentó producciones propias asidas a la tradición ancestral de los pueblos, ahí donde es posible encontrar la raíz del tronco común sobre el que crecieron culturas más cercanas de lo que los prejuicios y las barreras mentales permiten ver. En ese sentido, estos proyectos de colaboración han servido para conocernos e identificarnos.

El viernes en Pirineos Sur el nuevo proyecto de colaboración denominado “Tranzik” fue más allá, casi como un salto sideral. Las raíces ahora se buscaron en la calle, en paisajes urbanos en los que crece la nueva juventud mundial alimentada con los mismos códigos visuales, sonoros y estéticos. Sería un error interpretar esta afirmación como la constatación de que la globalización ha acabado con las culturas minoritarias, pero es cierto que las nuevas generaciones manejan lenguajes universales que ni siquiera Marshall McLuhan, el padre de la teoría de la “aldea global”, podría haber intuido en sus visionarias teorías.

El rap es probablemente el lenguaje del siglo XXI. La palabra como expresión máxima de comunicación, como sublimación de su valor más poderoso. La palabra por encima de todo, independientemente del idioma al que pertenece. La palabra como martillo cuando habla de injusticias sociales, inmigración y desengaño. Esa es la extraña grandeza del rap y del hip hop. Por eso causa tanto desconcierto. En Lanuza se presentó en una noche de frío legendario el proyecto “Tranzik” (Tránsito), una reunión de raperos y DJs de Aragón, Marruecos y Senegal. Era la primera vez que se orquestaba una producción entre los festivales Pirineos Sur, L’Boulevard de Casablanca y Festa 2H de Dakar. La arriesgada aventura, una vez más, tuvo efectos profilácticos sobre el viento pirenaico con propiedades de cuchillo.

El zaragozano Rapsusklei, considerado uno de los máximos exponentes del hip hop nacional y viejo amigo de Pirineos Sur (pese a su juventud), lideró una agrupación perfectamente compenetrada y engrasada. Los días de residencia artística en Casablanca dieron para mucho. Junto con el soberbio compositor marroquí Masta Flow, el pionero senegalés Xuman y los DJs; DJ Key, DJ Gee Bayss, Oscar A Secas y el Video DJ Kalamour, montaron una fiesta urbana en la que las imágenes de la gran pantalla ilustraron un arsenal abrumador de voces y rimas. Cuando las palabras son una manada la conciencia se despierta como si fuera una terapia de choque.

Aquel mantra de que una imagen vale más que mil palabras se desmonta en noches como la del viernes. La palabra es necesaria cuando habla de racismo, de indignación y de lucha por un futuro improbable. Pero en la estética rapera no sólo la violencia verbal o la carga retórica se hacen un hueco. Los artistas de “Tranzik” son además jóvenes con evidentes influencias occidentales. Han interiorizado un desarrollado sentido del espectáculo que les ha permitido entender que a un concierto se va a cambiar el mundo pero también a pasarlo bien. Ellos tuvieron ayer una prueba insuperable para otros profesionales del “artisteo”. Y la superaron en una de las noches más frías de la historia de Pirineos Sur.

Es verdad que se encontraron con un escenario en el que la calefacción ya estaba encendida. Los marroquíes Hoba Hoba Spirit se habían encargado de templar el ambiente con un concierto impecable adornado de unánimes elogios. Hay grupos que irrumpen como una epifanía. Y Hoba fue el viernes ese tipo de hallazgo que ha hecho de Pirineos Sur un Festival tan grande. Venían precedidos de una fama de pesada carga: “Los Clash del desierto”. Pero es que la formación que lidera Reda Allali, un influyente agitador intelectual en su país, es una inmensa banda de músicos que se mueve con la misma soltura cuando toca rock clásico, trance, reggae, Ska o incluso funky. Su versatilidad y su capacidad de fusión han creado un sonido original –que ellos llaman Hayha Music-, que aposenta sus posaderas sobre una base tradicional cosida con influencias africanas, árabes, bereberes y occidentales. Son como una radiografía de la caleidoscópica sociedad marroquí, frecuentemente sesgada desde los oráculos occidentales.

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