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Juan Gavasa

III República

III República

En el 80 aniversario de la proclamación de la II República española resuenan las cornetas del apocalipsis. Y el grito de indignación que ha puesto de actualidad el nonagenario Stéphane Hessel viene a constatar tristemente que los valores por los que se alzó aquella esperanza republicana siguen dolorosamente vigentes. “Sois responsables en tanto que individuos” proclamaba Sartre. Es la máxima del republicanismo; la exaltación de la ciudadanía como motor de la sociedad. La invocación a la militancia activa en el alimento democrático como parte fundamental de la corresponsabilidad colectiva.

El libro de Hessel es extremadamente simple. Se trata de una simpleza inocente e ingenua que se torna aterradora al constatar su necesidad. Podría ser un manual para adolescentes, un apéndice de educación para la ciudadanía, un manual de instrucciones para una vida sostenida sobre valores tan básicos y elementales que produce pudor recordarlos. Pero es, precisamente, el eco de la nada que proyecta esta sociedad el que suena atronador cuando se precipita al vacío. Dice Hessel que la indiferencia es la peor de las actitudes. Y que la exasperación es la negación de la esperanza. Dice Hessel que la distancia entre ricos y pobres se ha agrandado hasta extremos indecentes. Y recuerda que en el momento de la historia en el que las naciones concentran mayor riqueza y avances tecnológicos nos aseguran que es imposible mantener los niveles de bienestar. Nos engañan.

El retroceso social es inversamente proporcional a la concentración de la riqueza en unos pocos y a la pérdida de soberanía de las naciones. Vivimos bajo una nueva dictadura virtual, sin rostro ni ejércitos. Una dictadura universal. Más devastadora. Hessel, que fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, habla de la indignación como expresión de vitalidad, como ejercicio de supervivencia, como simple gesto de existencia.

Pero me temo que los ciudadanos perdimos hace tiempo nuestra capacidad de indignación. Al menos por las cosas que expresan la calidad de una ciudadanía y los valores de la democracia. En mi pueblo hace unas semanas un grupo de vecinos se movilizó para repintar la cruz que desde principios del siglo XX corona la peña Oroel. Alguien pintó unas extrañas formas en esa cruz de hierro y provocó la indignación de algunos de mis paisanos. No defiendo al artista anónimo pero asistí con extraña desazón a la movilización espontánea de estos ciudadanos, que apelaban a un rancio sentimiento de pertenencia para catalogar como simbólica esa cruz que representa a una religión que a mí no me representa. La tentación de clasificar entre buenos y malos ciudadanos en función del sentimiento que despertaba ese mamotreto ponto se convirtió en el combustible de esa cuadrilla vecinal.

En esta democracia nuestra nos indignamos por asuntos fútiles pero permanecemos ajenos a los problemas que nos deberían de definir como sociedad. A veces pienso que Hobbes tenía razón y que añoramos un Leviatán que piense y decida por nosotros para evitarnos incómodos conflictos y pesadas responsabilidades. De ahí nuestra tendencia a culpar de forma infantil al gobierno de turno de todos nuestros males, obviando que ni vivimos en una economía planificada ni estamos exentos de la condición de ciudadanos. Somos responsables en tanto que individuos pero me temo que la democracia española ha crecido sin alumbrar una sociedad madura. Los años de bonanza económica han sido nefastos para la construcción de una conciencia colectiva en la que el ciudadano responsable asuma una serie de derechos y obligaciones. La riqueza ficticia ha arruinado los valores morales y ha engendrado una sociedad sin capacidad de reacción ni espíritu ciudadano.

Hoy se celebra en cientos de pueblos y ciudades de España el 80 aniversario de la proclamación de la II República. Aquel 14 de abril de 1931 fue un día de éxtasis colectivo, de felicidad entusiasta, esperanzadora e inocente. El nefasto Alfonso XIII abandonaba el país al comprobar “que no tengo el amor de mi pueblo” y se iniciaba el más serio y honesto periodo de modernización y progreso en la historia de España. Ocho décadas después existe un fuerte y creciente sentimiento republicano arraigado en el país, que convive con una suerte de nostalgia tricolor que ni es sincera ni republicana, es simplemente sentimental.

En mi pueblo este día se dedica a honrar la memoria de los que cayeron durante la Guerra Civil defendiendo el gobierno legalmente constituido. Se hacen unas ofrendas de flores y después se comparte mesa y mantel. Inconscientemente se da pábulo a las tésis de la historiografía oficial del franquismo y de sus herederos, que establecen una relación causa efecto entre el periodo republicano y la Guerra Civil.  No existe el menor interés por avanzar en la actualización del discurso republicano para adaptarlo al siglo XXI y establecer debates públicos con el horizonte de la III República. Esta posición –que nace del dolor comprensible por la memoria de los asesinados pero no de una conciencia cívica-,  cultiva una especie de martirologio profano que despierta conciencias pero no las alimenta. Reivindicar la memoria de la II República es un plácido ejercicio que no exige grandes compromisos ni excesivas implicaciones políticas, actitudes sin las que nunca será posible aspirar a una III República. Ésta sólo llegará arrastrada por la movilización social.  De abajo a arriba.

4 comentarios

Rodrigo -

Bravo! Juan, hablaste y dijiste.

Juan -

Bienvenido de nuevo Emilio. Brillante aforismo.

Pili, admiro a los que dais un paso adelante para meteros en la cosa pública. Y esto tiene un valor especial en un pueblo pequeño como Jaca, donde todo el mundo está sometido al juicio (injusto y maledicente casi siempre), de los vecinos. Pero sospecho de todos los partidos políticos, de sus organizaciones internas, de su voluntad democrática y democratizadora. No puedo meter en el mismo saco a CHA y PP (evidentemente), pero creo que al final, cuando se toca algo de poder, todos los principios fundacionales se guardan bajo cuatro llaves y los partidos optan por el pragmatismo.

Pilar A -

Pues yo me indigno costantemente. Por lo individual pero sobretodo por lo colectivo.
Kennedy decía: "No te preguntes lo que tu país puede hacer por tí si no lo que tú puedes hacer por tu país"
Hay quién nos creemos de verdad la república como una posibilidad real, a por la tercera.

He tenido que asistir a dos o tres debates radiofónicos. Es descorazonador ver como todos los partidos tienen el mismo discurso y se afanan por sacar los matices (de formas más que de fondo) que los separan.
Todos acaban atacandome a mi que defiendo el único modelo alternativo por Chunta Aragonesista
Pero lo tienen muy fácil, ya se lo dije la última vez a micrófono cerrado:
-No se puede debatir con vosotros porque lo simplificais todo.
Y eso, a la gente que le da pereza pesar por sí misma, les encanta.
"Árticulo 2:
El ideario político de Chunta Aragonesista se resume en un proyecto socialista, democrático, republicano y de defensa de la tierra, que permita el logro de una sociedad igualitaria..."
A ver quien puede presumir de unos estatutos así de claritos.

Saludos.
El camino se hace andando,

Pilar Ortega

Emilio -

El hombre no desea ser libre, lo que quiere es tener un buen amo.

Comparto el artículo por facebook.

Un abrazo.