Sahara
Los políticos siempre acaban siendo una decepción. Quizá el problema es nuestro, de los ingenuos ciudadanos que primero nos entusiasmamos y después caemos en el desencanto, sumidos en una melancolía que todavía no somos capaces de reconocer a la legua. Esta partitocracia de mercachifles, vendedores de humo y profesionales de la nada nos ha vuelto a engañar. Un amigo me recordaba el otro día que un conocido italiano suyo solía calmar su decepción diciéndole: “tranquilo que los españoles sois unos demócratas muy jóvenes. Con el tiempo os acostumbrareis a todo”.
Efectivamente, la cultura democrática española es tan anémica como lo fue su Ilustración o su revolución Industrial. Siempre hemos llegado tarde a casi todo y cuando fuimos pioneros en algo lo hicimos a golpe de sable y crucifijo, incapaces de reprimir nuestras pulsiones siquiera para llevar la pragmática diplomacia al otro lado del charco. Nosotros, los españoles, somos nuestro principal problema.
El cinismo del gobierno de Zapatero con el conflicto del Sahara sólo se puede medir en términos de infinita desvergüenza moral y profunda irresponsabilidad. Al no condenar la actuación represiva del gobierno marroquí en el campamento de Gdeim Izik –con varios muertos, entre ellos un ciudadano español-, instala su retórica política en el mismo registro que la de Batasuna. Es decir; la formación abertazle sigue ilegalizada por no condenar el terrorismo de ETA pero el gobierno español se niega a condenar la violencia de estado del gobierno marroquí y se limita a lamentar los hechos. Sorprendentemente, el arsenal semántico es el mismo.
¿Con qué autoridad moral se podrá exigir a Batasuna a partir de ahora que condene la violencia? ¿Cómo explicar que los intereses de estado están por encima de los derechos humanos? ¿Cómo explicar la ausencia de una condena enérgica al trato recibido por los periodistas españoles desplazados la semana pasada a El Aaiun? ¿Cómo explicar tanta decepción?
La ministra de cultura Ángeles González Sinde instaba ayer a moderar las declaraciones públicas de unos y otros y dejar hablar solo a los expertos en el tema. Curioso razonamiento. Hay aspectos de la vida que no pertenecen a territorios ignotos, están muy cerca de nosotros, en el sentido común y la decencia. Busco la sensatez y soy consciente de que, como en todo conflicto bélico, las fuentes de información siempre llegan infectadas por la propaganda. Ésta es una herramienta más, incluso más poderosa que el armamento. Supongo que desde el colectivo Resistencia Saharaui y el Frente Polisario se está mezclando la verdad con dosis de eficaz propaganda para que resuene el eco de sus históricas y despreciadas reivindicaciones. Dada la terrible situación del pueblo saharaui no cabe más que la comprensión y el apoyo.
Marruecos, donde ha crecido toda una generación de ciudadanos ajena al conflicto, convencida de que el Sáhara es territorio marroquí, la estulticia de su monarquía y de su gobierno no es más que fiel heredera de aquella Marcha Verde de 1975 que acogotó a un gobierno español arrumbado por un caudillo agonizante, origen de todo lo que ha pasado en las últimas décadas.
De nuevo el gobierno español se retrata ante Marruecos. En el primer tercio del siglo XX fue la monarquía de Alfonso XIII la que utilizó el viejo protectorado para el lucro de las oligarquías dominantes. La explotación y protección de las minas del conde de Romanones llevó a la muerte a miles de ciudadanos españoles en una guerra eterna escondida en falsos intereses generales. La Semana Trágica de Barcelona en 1909 fue el detonante de una revuelta social que se resistía a que los pobres pusieran los muertos para que los poderosos recogieran el dinero.
Hoy los intereses parecen más sofisticados. Pero el razonamiento es el mismo y el resultado no ha variado. El pueblo saharaui es el triste damnificado de unos juegos diplomáticos en los que el individuo no es más que una pieza. A veces sirve para ganar la partida pero casi siempre es un estorbo que hay que retirar.
3 comentarios
Juan -
Maxwell Knight -
Por tanto, creo lógico que podamos pensar en que todos somos culpables, en mayor o menor medida, por beneficiarnos de lo que más nos favorece; Estados Unidos por mantener una posición diplomática en África con el país árabe menos problemático, el gobierno español por seguir vendiéndole armas y mantener pactos que frenen la inmigración ilegal y la droga proveniente de África, la Comunidad Europea por preocuparse de seguir salvando bancos con el dinero de todos, las familias por pensar que es mucho más sencillo acoger a un niño saharaui durante las vacaciones de verano en casita y muchos de nosotros por creer que abrir un foro de debate en Facebook es sinónimo de lucha.
Y ¿sabéis por qué lo hacemos? Porque nos lo creemos.
Pilar Amparo -
Hace tiempo que, en las charlas que traíamos a Jaca de los Amigos del pueblo Saharaui, nos advertían que los jóvenes se estaban radicalizando.
¿Qué otra cosa les queda? Sus padres y madres optaron por una lucha pacífica que no les ha dado ningún resultado más que unas cuantas resoluciones de Naciones Unidas (más papel mojado) o colecciones de cuadernos buscando relexiones para una solución al conflicto...
Habría que preguntarse el papel de nuestra monarquia en este conflicto y sobretodo en este mirar para otro lado.
La responsabilidad de España es inegable. Se nos tendría que caer la cara de vergüenza a todos por tanto cinismo (=desverguenza en el mentir)
En la feria de libros de Jaca leímos parte del libro de poesía saharaui contemporanea: "Aaiún: gritanto lo que se siente"
Comparto una de Zahra El Hasnaui Ahmed:
Entrega
Hilos encarnados
se desprenden
de la piel
de tu tierra.
Hilos que,
ante la nada,
remiendas
con las entrañas.