Banderas
El féretro de Labordeta estaba cubierto con una bandera de Aragón. Carmen París trajo una tricolor y la depositó junto al ataúd. Nunca he sentido nada especial por la bandera aragonesa, no integra mi imaginario ni representa nada de lo que considero esencial en una sociedad. Atribuir valores universales a una bandera es un ejercicio de funambulismo sentimental. Soy aragonés, pero a mi manera.
La tricolor representa un país anhelado, una España que pudo ser pero fue asesinada en el intento. Es el país derrotado y usurpado, arrancado de las manos de la dignidad, la decencia democrática y el sentido de libertad. Acaso una idea nostálgica y melancólica pero siempre el estímulo que nos mantiene vivos en el deseo de otra sociedad y otro mundo.
Decía Borges que detrás de las banderas siempre hay un ejército. En los últimos meses he conversado largamente con los amigos más cercanos sobre el desconcierto que nos causaron las celebraciones por el triunfo en el mundial del fútbol. Nosotros, que pertenecemos definitivamente una generación perdida entre las tinieblas del franquismo y el brillo cegador de los oropeles democráticos, seguimos blandiendo los prejuicios del que se habituó a perder. No tenemos la costumbre del ganador, algo que nuestros hijos sólo verán como pura arqueología sentimental, un desecho de las generaciones que les precedieron.
La España que salió a la calle con la bandera constitucional ya no nos pertenece, es el país de nuestros hijos; desacomplejado, neutro y arrogante. Tan limpio de prejuicios antiguos que produce sana envidia. Escribió el historiador aragonés Alberto Sabio, con su habitual flema inglesa, que era más gratificante que los chinos vendieran banderas españolas que las portaran los delfines de Blas Piñar, como había ocurrido hasta ahora en este país.
El escrito italiano Andrea Camilleri reflexionaba hace unos meses sobre la historia de su país y aseguraba que Italia era “una expresión geográfica, como lo son en cierto en cierto modo todas las naciones”. Me pareció brillante esa definición, sobre todo porque la consideré perfecta para describir lo que es España. En los días posteriores al triunfo de la selección, y envalentonados seguramente por el calor veraniego que derrite las meninges, muchos analistas y escribidores se aventuraron a anunciar el final del problema español. El mundial había logrado que los españoles salieran por fin a la calle sin complejos con la enseña nacional y que una nube de españolismo cubriera toda la península, incluso sobre aquellos territorios desafectos a la idea uniforme de la España única.
Falso. He de reconocer que el éxito deportivo ha acabado con años de prejuicios y complejos. Y me alegro por ello. Creo que un país que muestra sus símbolos de manera natural tendrá menos problemas de salud mental y menos conflictos sentimentales. Yo los seguiré teniendo porque pertenezco a una generación lastrada por los fantasmas de nuestra historia. Mi hijo no. Pero el tejido afectivo de este país, desde mi punto de vista, sigue deshilachado e irresoluble. España tiene problemas de encaje y cuentas pendientes con su pasado. Y sería un error observar en el entusiasmo colectivo, contagioso y oportunista del triunfo futbolístico el antídoto a los nacionalismos periféricos. Estos existen y continúan donde solían, desde el matrimonio de los Reyes Católicos. Nada ha cambiado.
Camilleri recordaba que en Italia se hizo muy popular una frase en los tiempos de la unificación: “Una vez hecha Italia, habrá que hacer a los italianos”. Durante siglos en España ocurrió lo mismo, pensamos que existía España pero nos olvidamos hacer españoles. Usurpando nuevamente a Camilleri, “los españoles son continuamente ellos mismos y lo contrario de ellos mismos”.
5 comentarios
cris -
Que también comparto el texto de Juan y que, también, me emocionó el reportaje de Pablo. Quien está a mi lado siempre, se acordó de golpe de su época en Zaragoza cuando "embuchaba" el Andalán...y de su mili en la Base y la sanción de prisión que le cayó por dejar pasar a un periodista del Andalán. A veces se añoran esos gestos mínimos de rebeldía que tanto echo en falta en la gente jóven ahora. Como leí el otro día del economista Niño, hay una generación de jóvenes que anda naúfraga ante el futuro que viene...pero que no tienen ninguna intención de poner rumbo ..a dónde sea...en fin.
Ya avisaréis cuando sale Sergio en el programa...y en sábado no me lo pierdo.
Antón Castro -
Te envío un abrazo. Quería contactar con Sergio Sánchez para invitarlo a Borradores este lunes. ¿Podrías mandarme su móvil y su correo electrónico a acastro@heraldo.es?
maravilloso y emocionante el reportaje de Pablo Carreras, Ana Cristina Mancho y todo el equipo. Lo vi aquí en casa yo solo ante el ordenador y me ocurrió lo mismo que a ti: emoción infinita y lágrimas.
Sigues en plena forma. Este sábado a las nueve y media,Borradores dedica un programa especial a Labordeta.
Juan -
Pili A -
me pone carne de gallina"
Siento "rebajar" el nivel de las citas con esta de Barricada
La roja no llega a representarnos
El recuerdo de la tricolor con su sueño frustrado detrás sigue presente
Después de leer "Ines y la alegría" de Grandes, he seguido con "Des Aragonais" de Sergio donde se habla de lo que denuncia Almudena que no se conoce
Ahora estoy con las historias de maquis en el Pirineo Aragonés
Más que luchar por una bandera lucharon por una idea
Pero las representaciones, para los humanos, siguen siendo importantes.
A veces, casi siempre, serán reducionistas... pero ya sabemos que tendemos a simplificar.
Ayer, en un mensaje que no logré publicar, soñaba con una bandera que nos representara a todos los seres humanos
Hoy por la mañana me parece más un sueño imposible
Pero los sueños imposibles, las utopias que han teminado no siendolo, han movido a la humanidad y no dudo que lo seguirán haciendo.
Saludos de nuevo
grosem -
En esa indefinición estamos