Eugene Smith
La primera y única vez que tuve un ejemplar de la revista Life en el que aparecía publicado el famoso reportaje “Sapanish Village” del fotógrafo americano Eugene Smith fue en una tienda de GAP en Montreal. Insólito lugar, sin duda, para tan prometedor y efímero encuentro. En la tienda de ropa habían diseñado un espacio dedicado a moda mediterránea, o lo que ellos desde Canadá identificaban como tal: un empacho de colores estridentes que pasaba en varios pueblos a lo que aquí entendemos como un hortera contenido. En resumen; que era un horror. Siempre he sospechado que para los canadienses el concepto de Mediterráneo era un confuso cruce de leyendas medievales y oníricos paisajes de postal donde todo es posible. Los de GAP, no contentos con dejar en evidencia nuestros gustos estéticos, habían decorado la “zona mediterránea” con grandes fotos de Mikonos y Creta; una réplica de las utilitarias Vespas romanas que popularizó Fellini, unas panorámicas de la Costa Azul y como remate una pequeña librería nutrida con libros de España. Aparentemente los interioristas de GAP no se habían roto la cabeza. Casi todos esos libros tenían más de 50 años; uno de ellos era un bello tomo de fotografías en blanco y negro de la Andalucía de los años 60 del pasado siglo. Cada foto estaba acompañada por un verso de Lorca, Machado o Miguel Hernández. Junto a él, casi humillado por la incontinencia de los grandes libros de fotografía que poblaban la librería, permanecía discreto y ninguneado un viejo ejemplar de LIFE, roído por las puntas como casi todas las viejas revistas. Era el número del 9 de abril de 1951 en el que Eugene Smith publicó el reportaje “Spanish village”. Ese pueblo español era Deleitosa, en Cáceres, y el fotógrafo no lo eligió por casualidad. Con la revista en mis manos me agarró por el cuello la lógica y muy razonable tentación de robarla. ¿Para qué iban a querer estos canadienses este ejemplar ajado de LIFE? ¿Qué coño sabían ellos de España y de Deleitosa? Seguro que no echarían en falta la revista si me la llevaba. Pero no me la llevé. Se impuso mi proverbial canguele ante estos episodios de ansiedad delictiva y empecé a imaginar alarmas ensordecedoras y vigilantes de dos por dos (ahí en Canadá todos los guardas jurados y los policías tienen esa proporción), abalanzándose sobre mi para evitar el formidable hurto. Así que el ejemplar de LIFE se quedó en el GAP de Montreal y yo me fui derrotado y convencido de que a esos vigilantes seguramente la dichosa revista se la traía muy floja. Eugene Smith ha vuelto a España gracias a la exposición que se ha montado en el Teatro Fernán Gómez de Madrid con motivo del certamen “PhotoEspaña”. El reportaje que realizó en mayo de 1950 en Deleitosa por encargo de la oficina de LIFE en París provoca un nudo en el estómago por su crudeza y realismo descarnado. No podía ser de otra forma en una España miserable como aquella. Siempre he considerado este trabajo como el mejor retrato posible de la España franquista, un adagio visual que es posible elevar a una dimensión todavía más tenebrosa con la música de fondo de otro adagio, el de Barber. Smith formó parte del primer contingente de fotógrafos extranjeros que entró en España a partir de 1950. Cartier Bresson, Robert Frank, Jean Dieuzaide o William Klein recorrieron con mayor o menor intensidad algunas de las regiones españolas que ofrecían el catálogo más completo de tópicos y arquetipos del país. Casi todos ellos lo hicieron desde una óptica artística, buscando casi lo antropológico a partir de planteamientos estéticos que reforzaban la idealizada visión que tenían de la vigente España medieval. Smith, sin embargo, era ante todo un reportero gráfico y quería hacer periodismo. Acompañado de su ayudante Ted Castle viajó por casi todo el país buscando un pueblo que representara la esencia española. El encargo buscaba mostrar los problemas de aprovisionamiento que sufría la España interior en pleno bloqueo internacional, más como una pretensión de narración costumbrista que de periodismo de denuncia. Por eso las autoridades franquistas, tan espabiladas y eficientes ellas, no pusieron ninguna traba burocrática al fotógrafo americano, que sería el primer reportero autorizado a moverse con cierta libertad por España desde el final de la Guerra Civil. El franquismo creía que era una oportunidad fantástica de denunciar una vez más la habitual conjura judeo-masónica y de mostrar al mundo el espíritu libertador del régimen. Pero ese espíritu vagaba como alma en pena en un país desolado e inmerso todavía en la memoria colectiva del horror. El fotógrafo lo vio claro muy pronto: “Voy a intentar entrar en el pueblo español a fin de describir la pobreza y el miedo engendrado por el régimen franquista". Los franquistas tardaron bastante más, cuando ya no había remedio y el reportaje se preparaba en las rotativas de LIFE en París. Smith escribió una carta a su madre con un tono epifánico: “será algo absolutamente irrefutable, como lo fueron mis fotos de la guerra”. Y es que cuando el fotógrafo llega a España arrastra una larga experiencia en algunos de los acontecimientos más importantes de la época; sobre todo la segunda Guerra Mundial que cubrió en el frente del Pacífico en Pearl Harbor. Por lo tanto, no era un advenedizo, sabía lo que quería y tenía la capacidad de descifrar los mensajes implícitos de las situaciones extremas. El objetivo de su cámara se enfocó desde el primer momento en ofrecer la versión real de España, alejada del ridículo mesianismo franquista. Lo que el fotógrafo de Kansas tenía ante sí era un conmovedor paisanaje, “una suerte de reivindicación del orgullo y la fortaleza moral de unas gentes obligadas a sobrevivir en condiciones de extrema dificultad”, según sus propias palabras. Smith y Castle acompañados por su guía, Nina Peinado, estuvieron en Deleitosa (un pueblo de apenas 2.000 habitantes), varios días retratando la cotidianeidad simple y llana. No necesitaba recrear la realidad. Su descripción de los modos de vida de una pequeña comunidad de la España rural más marginal fue perturbadora. El ritual de la muerte, las celebraciones religiosas, la actividad en el campo, las hilanderas o la intimidad de una casa desvencijada fueron el mejor antídoto para la perversión de la propaganda oficial. Consciente de ello, Smith se fue el 23 de mayo a Madrid para revelar el material con la intención de regresar para finalizar el reportaje. Antes de llegar a la capital había hecho la más famosa de todas sus fotos: el trío de guardias civiles, tétrica estampa de un país acongojado. Castle se quedó en Madrid y el fotógrafo volvió a Deleitosa pero ya no pudo hacer ninguna foto más porque las autoridades le buscaban para incautar los negativos. Un año después, las fotos dieron la vuelta al mundo. Smith no quería retratar la belleza, quería la verdad. No hay tipismo en sus imágenes ni tópicos recurrentes. No se encuentran en su producción las hermosas gitanas que retrató como nadie Dieuzaide (la más bella de todas la Gitana del Sacromonte (1951), que mira con el rostro iluminado al horizonte mientras su hijo de meses mama en su pecho desnudo). O la gitana rumana que tiempo atrás había fotografiado Ricardo Compairé en el mercado de Huesca. Smith fue despedido cinco años después de LIFE por incompatibilidad con sus jefes, pero siguió siendo uno de los reporteros gráficos referenciales. Estuvo en el 69 en Woodstock, cuando sus problemas con el alcohol y el dinero le empujaban por ambientes poco aconsejables. Dos años después se fue como profesor a Tucson y falleció en 1978. Desde entonces cada año se concede el premio “W. Eugene-Smith” al mejor reportaje fotográfico.
4 comentarios
Garra -
http://lugarra.wordpress.com/2008/06/15/deleitosa-spanish-village/
Nocturama -
Un saludo
Juan -
obispo de binacua -
en El Pequeño Larousse tenemos una foto suya, que seguro conoces, de un soldado americano en Vietnam que sostiene un niño agonizante que es uno de los mejores alegatos antibelicistas, tierna y violenta a la vez. Tenías que haber mangado esa revista, qué mejor recuerdo de Canadá cuando la saborearas tranquilamente a miles de km de distancia...