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Juan Gavasa

Víctor Hugo

Víctor Hugo

El escritor francés Victor Hugo inició en 1843 un viaje por el extremo occidental de los Pirineos que le llevaría a conocer muchos de los lugares más populares de la época. En su recorrido se topó, sin embargo, con algunos rincones desconocidos que le deslumbraron. Fue el caso de Pasaia Donibane, al que calificó como “un pequeño edén resplandeciente”. La casa en la que el escritor romántico estuvo alojado es ahora un museo  sobre su obra y la sede de la Oficina de Turismo.

 

Después de lo escrito por Victor Hugo poco más se puede decir de Pasaia Donibane. “Una cortina de altas montañas verdes recortando sus cimas sobre un cielo resplandeciente; al pie de esas montañas una fila de casas estrechamente yuxtapuestas (…), al pie de esas casas, el mar”. El escritor también afirmó que “este sitio inédito es uno de los más bellos que he visto y que ningún tourist visita”. Finalmente redondeó sus apuntes de viaje con un primoroso resumen de lo que entonces era y hoy sigue siendo Pasaia Donibane: “Nada es más risueño y más fresco que el Pasaje visto desde el lado del mar, nada más severo y más oscuro que el Pasaje visto desde el lado de la montaña”.

 

Porque Pasaia Donibane es una única calle flanqueada a la derecha por la montaña y a la izquierda por las aguas de la bahía. No cabe nada más. Es una arteria angosta y empedrada, sorteada por arcos y pasadizos,  que conserva todo el aroma de los tradicionales pueblos pesqueros. Sus casas pintadas con vivos colores contrarrestan la sensación de claustrofobia de algunos puntos de la calle. Pero es tan sólo una percepción del espacio porque desde el mar esas mismas casas se muestran mucho más relucientes y desahogadas, como si sufrieran de un fenómeno bipolar.

 

Hay atractivos ejemplos de arquitectura señorial, como el Palacio Arizabalo, sede del Ayuntamiento; Casa Mirada, con su hermosa fachada renacentista; o el Palacio de Villaviciosa junto al Humilladero de la Piedad. Al final de la calle llegamos al único ensanche posible que permite el terreno, la Plaza de Santiago, un idílico espacio urbano en el que seguramente se fijó Víctor Hugo cuando escribió que Pasaia “sería célebre si estuviera en Italia”. En este punto la fusión entre el mar y el pueblo es total. Más al fondo se alza la Basílica del Cristo de la Bonanza y al final de la bahía los restos del Castillo de Santa Isabel. 

1 comentario

kike -

Joder que bonito es...tengo mi apartamento a 5 minutos del puerto en las faldas del Monte Ulia