Antonio Vega
Contaba Antonio Vega que escribió “La chica de ayer” en Valencia mientras hacía la mili. Aseguró en más de una ocasión que nunca percibió que estaba componiendo un clásico. Es difícil pensar que mientras el estado te arrebata un año de tu vida uno es capaz de hacer algo trascendente fuera de la instrucción. Así era Antonio Vega, un tipo tan discreto y descreído que arrastró para siempre aquella impertinente leyenda del “chico triste y solitario”, eficazmente alimentada por una industria musical plácida en el fango ajeno. Estos días he oído hablar a decenas de personas que se presentaban como “íntimo amigo” de Antonio Vega. Todos escupían una salmodia de compungido dolor que olía a ditirambo de circunstancias. ¿Dónde estuvieron en los años de deriva?
Cuando Nacha Pop se fue mi generación estaba llegando. Arribábamos a la plenitud adolescente repletos de principios y prejuicios, dispuestos a forjar una personalidad arrogante y singular que no admitiera lazos con los estereotipos. En realidad éramos unos tipos estereotipados en busca de un alma errante que nos alejara de lo que más temíamos: nuestra propia simplicidad. En aquellos años de zozobra e ingenuidad la música era el único camino posible a la redención. Nuestros gustos eran volátiles e improvisados; fomentábamos la diferencia en la convicción de que nada había más glorioso que el mismo aislamiento victimista. Cuanto más solos más auténticos. Mejores.
Cuando Nacha Pop se fue nosotros estábamos empezando a masticar la vida con las muelas. Hasta entonces sólo habíamos utilizado los dientes de leche. El mismo día que se fueron, entraron en nuestras vidas para siempre con aquel doble en directo grabado en la sala Jácara de Madrid (Nacha Pop 80-88). De repente se hizo indispensable en Claqueta. Campetes lo pinchaba una y otra vez abrumado por nuestra pertinaz insistencia. Descubrimos que junto a “La chica de ayer” Antonio Vega había compuesto una balada difícilmente clasificable que se titulaba “Una décima de segundo”. Nos atraía su mensaje indescifrable y la sencilla desnudez del piano de Manolo Villalta. Nos producía desgarros la voz apagada y monocorde de Antonio.
“Es que no hay nada mejor que componer
sin guitarra ni papel.
Paralelas, vienen siguiéndome.
Espacio y tiempo juegan al ajedrez”.
Fueron años de mucha música en vivo; estoy convencido de que los últimos suspiros de una forma de hacer música y de escucharla que tenía sus raíces en el valor personal que atribuíamos a cada disco adquirido para formar nuestra discoteca. Esos discos –todos ellos pequeños acontecimientos personales-, son ahora toda una biografía de nosotros mismos: con todos nuestros defectos y debilidades, que las hubo y las habrá. En esos años de la inocencia perdida –o arrebatada- la música en directo era un valor en alza: Radio Futura, Loquillo, Ilegales… para los que vivíamos en un pueblo sin demasiadas posibilidades de escuchar música en vivo, aquellas grabaciones guardaban casi todas nuestras aspiraciones de libertad. Con el tiempo saltamos las barreras físicas y mentales y fuimos insistentes espectadores de esos conciertos. De todos menos de Nacha Pop. Cuando ellos se fueron nosotros ya habíamos llegado tarde.
Seguí después la vida de Antonio Vega inspirado por el mismo afán por descifrar los misterios de su inquietante personalidad como antes lo había hecho con sus letras. Esos textos encorvados y conmovedores hablaban de un hombre asomado a la sima de los infiernos, devorado por unos demonios interiores que operaban con la misma eficacia en sus pulmones y en su cerebro.
“Se dejaba llevar, se dejaba llevar por ti,
no esperaba jamás y no espera si no es por ti.
Nunca la oyes hablar, sólo habla contigo y nadie más,
nada puede sufrir, que él no sepa solucionar”.
No sé si Antonio Vega fue un tipo triste y solitario. Sé que nos robó a muchos la canción de amor que siempre quisimos escribir y nunca supimos. Se adelantó a todos y frustró para siempre nuestras veleidades compositoras. Cada nueva aparición, cada escalón que descendía al cadalso, cada escalofrío ante su mirada fría y huidiza agigantaba el sentido de su mítica soledad. Lo dejó escrito.
“Sólo al final
cobra sentido la soledad,
cuando el silencio es total
queda el espacio para pensar.
Y después, a la hora de volver,
conservar el secreto en mi poder”.
6 comentarios
Ya hubiese querido yo ser la chica de ayer -
Juan -
Cris: Soy algo más joven (poooocoooo), y por suerte cuando a mi me empezó a interesar la música en mi pueblo ya había una emisora de radio que tan bien conoces. Pero has citado lo de los autos de choque y me acuerdo perfectamente de esta sensación de gramola que transmitían las ferias.
Boli: Lo de las cintas era pura economía de subsistencia, había que exprimir al máximo lo poco que teníamos.
Pili: ¡cuántas cajas de cintas hemos tirado todos!
Boli -
Pili A. -
Y las cintas que te grababa el noviete con temas de "lentas"...
¡Que pena tirar mi caja de cintas!
Y es que en las casas de ahora no hay falsa.
¡Viva claqueta y claquetaII!
que recuerdos aquellos...
Besos de esos primeros con sabor a chicle y pipas...
Pili
CRIS -
Juan, hablas de tu generación y de las pocas posibilidades de escuchar música.
¡Je¡ me has llevado a mi época musiquera donde los discos de mis hermanas de Serrat, Brel, Patxi Andión, Herve Vilard, Sosa...acompañaban el tocadiscos junto con los discos de "mirinda" ¡¡ja ..¿sabéis alguno de qué estoy hablando???. Pues de toda esa GRAN discoteca yo hacía una selección que iba grabando al casette (nunca más he tenido tanta paciencia)..lo mismo lo mismo que la serie La Chica de Ayer (casualidades con Vega) de la serie que emite antena 3. ´Mi generación es, además del vinilo y el casette, de la época cantautores cien por cien y de las gramolas del bar José o d ela Taberna.
Por cierto ¿sabéis dónde escuchábamos la música más actual, más rabiosa ..? pues había que esperar al mes de junio y a que llegaran las ferias...en los autos de choque ...ese era el reencuentro cada año con nuestros 40 principales...y creo que éramos felices..¡POR FAVOR ALGUIEN DE MI GENERACIÓN QUE ME DIGA QUE ERA ASI Y NO ESTOY LOCA...
¡ja¡ja
cris
Tu prima -