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Juan Gavasa

Americanos

Americanos

Dos míticos libros reeditados en España en los últimos meses recuperan la atmósfera de la América profunda, aquella que deja en evidencia la imagen deslumbrante de la primera potencia mundial y exhibe sus más vergonzosas miserias. Los dos libros diseccionan la sociedad americana marginal y desprotegida de la primera mitad del siglo XX, aunque lo desolador del asunto es la cruel certeza de que ese cuadro hiperrealista no ha cambiado en el nuevo siglo. América es la tierra de los sueños y también de las injusticias sociales estructurales amparadas ya en la carta de los padres fundadores de la nación en el siglo XVIII. El martes Estados Unidos puede tener el primer presidente de raza negra de la historia. Una corresponsal de un medio de comunicación español en New York matizaba el otro día en la Cadena SER: “que Obama gane no confirma que en América cualquier ciudadano por humilde que sea puede aspirar al poder; Obama es de color pero estudió en Harvard. Sigue representando a las élites del país”.

El fotógrafo suizo Robert Frank recorrió 46 estados norteamericanos a mediados del pasado siglo por encargo de la Fundación Guggenheim para retratar lo que él mismo calificó como la “periferia social, del blanco y del negro, de una desesperación a veces evidente”. Frank hizo más de 28.000 fotografías pero escogió tan sólo 86 para el libro “Los americanos”, que fue editado en 1958 en Francia por las presiones de ciertos sectores políticos americanos que no aceptaban la turbadora visión del país que había captado el fotógrafo suizo. Ese libro es uno de los mejores tratados de fotografía del siglo XX y supuso una revolución conceptual debido a su arrollador espíritu transgresor. Frank utilizó deliberadamente técnicas insólitas en el fotoperiodismo de la época como los desenfoques, la penumbra o los encuadres imperfectos. Todo ello encerraba un mensaje, proyectaba una imagen pretendida, condicionaba un estímulo en el espectador.

Las fotos de Frank eran puñales clavados en el orgullo de los americanos. Sus retratos de rostros anónimos y derrotados hablaban de un país escondido y vulgar, incapaz de mostrarse a sí mismo por miedo a una decepción irreversible. Los paisajes urbanos transmiten desesperanza y desolación; se trata de un submundo en el que habitan personajes sin rumbo ni horizonte, ajenos a la gloria inerte del gran sueño americano. Son extraños en un país mentiroso y traidor. Frank estuvo estrechamente vinculado con los popes de la generación beat, y de hecho Jack Kerouac fue el autor del prólogo de “Los americanos”, un brillante texto que ahondaba en el profundo pesimismo ya manifestado en su célebre novela “On the road”. Las palabras de Kerouac son perfectas para adentrarnos en la obra fotográfica de Frank. "Después de ver estas imágenes, terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd", dice el escritor antes de concluir que “a quien no le gusten esas fotitos no le gusta la poesía, ¿o no? A quien no le gusta la poesía se va a casa y ve en la tele escenas de vaqueros con sombreros grandes aguantados por cabellos amables”. Excelente definición de América. Kerouac dijo de Frank que era uno de los grandes poetas trágicos del mundo, “se tragó un triste poema desde la misma América y lo pasó a fotografía”. Imposible mejorar la síntesis de “Los americanos”.

El artista suizo estuvo muy influenciado por otro gran fotógrafo norteamericano, Walker Evans, el hombre que puso imagen a la gran Depresión estadounidense. En julio de 1936, mientras en España comenzaba la guerra fratricida, Evans y el periodista de Fortune James Agee convivieron dos meses con tres familias de campesinos algodoneros del sur de Estados Unidos. El encargo de la revista era ofrecer la vida cotidiana de los arrendatarios durante la terrible crisis pero los dos reporteros trajeron una crónica desgarradora y austera que no convenció a los editores. La realidad resultó ser mucho más dura de lo que podía aceptar la autoestima patriótica de los directivos de Fortune. Agee decidió llevar sus textos a un libro y así nació “Elogiemos ahora a hombres famosos”, uno de los ensayos periodísticos más influyentes y demoledores del siglo XX. La prosa del redactor se reforzaba con la excepcional fotografía de Walker Evans, capaz de desnudar el alma de sus personajes con un enfoque precipitado o un ángulo incorregible. Su irreverente insumisión formal en el manejo de los códigos fotográficos abrió un nuevo tiempo y creó un estilo que influiría en decenas de fotógrafos como el citado Robert Frank.

“Elogiemos ahora a hombres famosos” ha sido considerado un compendio de “conciencia social y radicalismo artístico”. James Agge escribe: “Si pudiera, no escribiría nada aquí, serían fotografías; el resto serían fragmentos de ropa, trozos de algodón, puñados de tierra, frases aisladas, pedazos de madera y hierro, frascos de olores, platos de comida y de excremento. (…) Pero, tal y como están las cosas, haré lo poco que pueda escribiendo. Sólo que será muy poco. No soy capaz de hacerlo; y si lo fuera, ustedes ni se acercarían a ello. Porque de acercarse, apenas soportarían seguir viviendo”. Este país del que hablaba James Agge en 1936 acude el martes a las urnas para elegir nuevo Presidente. 50 millones de americanos son pobres. “Elogiemos ahora a hombres famosos y a nuestros padres que nos engendraron”.

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