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Juan Gavasa

"Vida"

 

“Vida”, el proyecto de cooperación dirigido por Paco Paricio con Los Titiriteros de Binéfar y la École Nationale de Cirque Shems’y de Rabat puso un brillante y festivo colofón a la XX edición de Pirineos Sur. Cerca de 1.500 personas, buena parte padres y niños, disfrutaron en una tarde de postal del proyecto en el que han trabajado en los últimos meses las dos compañías artísticas. El resultado estuvo a la altura de lo esperado tratándose de Paco Paricio y Pilar Amorós, esos magos de la creación que en cada nueva producción crecen profesional e intelectualmente. En esta ocasión el reto era doble: por un lado había que dar coherencia a la fusión entre títeres y circo acrobático, y por otro era necesario arropar con criterio la indudable responsabilidad social de un proyecto que va más allá de lo puramente artístico. Como se sabe, los chavales de la École Nationale son en su mayoría de extracción callejera y han depositado en la acrobacia sus esperanzas de futuro, el anhelo de una vida con oportunidades profesionales. Los Titiriteros han conseguido superar los dos objetivos y han demostrado nuevamente que su caudal creativo es ilimitado, así como su sensibilidad para articular un discurso escénico ajeno al frecuente riesgo de los tópicos y los lugares comunes.

            En la tarde del domingo en Lanuza mostraron una capacidad ejemplar para hablar de las injusticias de la vida que rodea a la mujer sin caer en la sensiblería; con pedagogía, belleza y espíritu vindicador. “Vida” es la narración del ciclo de la vida encarnada en una mujer, una muchacha marroquí que bien podría ser una figura universal que personaliza a todas las mujeres del mundo. La vida como ritual y también como el ejercicio de supervivencia que representa para ellas la presencia diaria en una sociedad todavía profundamente machista. Las canciones de la infancia son el fondo sonoro que sirve de armazón para el desarrollo de la historia. No hay palabras; sólo música, títeres y los jóvenes de la Escuela Nationale con sus ejercicios acrobáticos. Los títeres fabricados con elementos característicos de Marruecos, surgen en el escenario como elementos de la naturaleza que enfatizan la relación armónica entre la mujer y el entorno. Es un canto a la belleza.

            Sobre la playa del auditorio se dispuso una suerte de pista de circo sobre la que se ejercitaron los jóvenes marroquíes. Como recordaba acertadamente Pilar Amorós, “ellos no hacen circo para exhibirse, sino para liberarse”, y este importante matiz explica la profundidad conceptual de una obra que como tantas otras de Los Titiriteros, está pensada para los niños pero ejerce un pinchazo en el subconsciente de los adultos. Así que Lanuza se convirtió en un guirigay de hermosos títeres, brincos y niños vibrando con un espectáculo de penetrante plasticidad y alegría. La experiencia funcionó desde el primer momento, como si los titiriteros y los acróbatas hubieran trabajado insistentemente durante largo tiempo para alcanzar el equilibrio perfecto entre ambas escenografías. Cuando hay una buena dirección sin duda todo es más sencillo. Y Paco Paricio está acostumbrado a afrontar proyectos que proponen dificultades desde su concepción. En este caso, la acción teatral plasmada en Lanuza era coherente con la idea que quería transmitir el proyecto. Y no siempre ocurre así. Grandes ideas se pierden después en la ejecución sobre el escenario. Los Titiriteros, sin embargo, lograron que esa reivindicación liberadora de la mujer se convirtiera en una noble aspiración, aunque los más pequeños sólo vean un divertido juego de saltimbanquis, títeres y canciones de infancia. Pero algo habrá quedado para el futuro en sus mentes todavía sin malear. Esa es la gran aportación de Los Titiriteros de Binéfar.

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