Russian Red, por Rubén Caravaca
La noche del jueves en Pirineos Sur se presumía cargada de incógnitas. La primera por el tiempo, excepto el primer fin de semana, las bajas temperaturas han imperados y con ello todo tipo de conjeturas. La más habitual; los comentarios sobre la asistencia de espectadores. Se calcula que entre quinientas y ochocientas personas dejan de acudir a los conciertos de Lanuza en función de la temperatura reinante. Son personas que habitan o viven en el Valle de Tena y se acercan o no en función de la meteorología. El clima fue benigno y se esperaba buena asistencia. Otro hándicap podía empañar la cita, Kiko Veneno actuaba al día siguiente en Zaragoza, lo que evidentemente restaría la presencia de espectadores procedentes de la capital. El último dilema tenía que ver más con lo propiamente artístico. La programación conjunta del artista nacido en Figueras (Girona), aunque siempre asociado a Andalucía, con la madrileña Lourdes Hernández, conocida artísticamente como Russian Red, era una propuesta musicalmente diferente, que no antagónica, cuyo resultado era también una incertidumbre.
Media hora después de la presentación y el inicio de los conciertos, todas las dudas quedaron resueltas. El tiempo acompañó, la asistencia de público fue más numerosa que los jueves anteriores, incluida la inauguración a cargo de Rão Kyao y Rubén Blades, y artísticamente Russian Red se encontró con un público al que cautivó desde el primer tema.
Era un reto difícil el de la madrileña. El público de los conciertos de Lanuza suele sentirse más identificado con la fiesta y la música de baile. La más intimista y cercana suele mostrarse en el escenario de Los Mercados del Mundo en Sallent de Gállego o incluso en el Polideportivo, como hicieron hace un par de domingos Albert Pla y Pascal Comelade. Cuando interpretó “The memory is cruel”, correspondiente a su segundo disco Fuerteventura (2011) producido por Tony Doogan, el habitual de Belle & Sebastian, tema con el que abrió el concierto, todos nos percatamos de la receptibilidad y comunicación que se iba a producir, y fue así. Su voz dulce y contundente, su actualización del folk urbano, los guiños a la música de los 50 y 60, una puesta en escena cuidada y personal, y una excelente banda, lograron la comunión que se ejemplarizó en temas como “Cigarettes” o “I hate you but I love”.
Aunque sus gustos pasan por Feist, Hope Sandoval, Wilco y Bright Eyes, sus referencias musicales parecen más cercanas a The Beatles o Roy Orbison. La banda uniformada y conjuntada, compuesta por el integrante de Havalina Manuel Cabezalí a la guitarra, Charly Bautista en los teclados y percusión, Alberto Rodrigo al bajo y Pablo Serrano a la batería, tienen un papel esencial aunque no protagonista, lo saben, respetan y realizan su papel con sencillez y eficacia. Todo parece fácil. Ella lleva el peso absoluto y demuestra un dominio escénico total, logrado tras realizar varios cientos de conciertos por todo el territorio nacional, Asia y América Latina. Excelente actuación que aproximó otro tipo de músicas a los habituales del festival. Solo un pero. Se echó de menos la interpretación “Loving strangers”, el magnífico tema incluido en la banda sonora original de la película Habitación en Roma de Julio Medem, que hizo que muchos nos fijáramos en ella.
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