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Juan Gavasa

Las Devotas

Las Devotas

El Sobrarbe es una de las comarcas más extensas de Aragón y la que posee mayor longitud de línea fronteriza de todo el Pirineo. Es, por lo tanto, una zona estrechamente vinculada al norte tanto en lo geográfico como en lo histórico. Sus relaciones con los vecinos de la otra vertiente se manifestaron desde tiempos remotos. Se sabe que el acuerdo entre el Valle de Broto y el de Bareges firmado en 1390 para el uso compartido de los pastos es el más antiguo de todos los que todavía permanecen vigentes en la cordillera. Esta anécdota, que podría parecer irrelevante, sirve para poner en contexto al viajero. Estamos en una comarca que llegó a ser estado independiente en el siglo X, pisamos un suelo del que brota la historia a borbotones al levantar cada piedra, al abrir la puerta de cada iglesia o ermita que se desparrama por su vasto territorio.

 

Bielsa, que siempre miró hacia al norte hasta bien entrado el siglo XX por obviedad orográfica, es el paradigma de una singularidad  social y económica que se mantiene pese a la evidente mejora de las comunicaciones. Como se sabe, las carreteras trajeron progreso y acabaron con el aislamiento secular, pero hay un elemento psicológico agarrado al ADN de su sociedad que ya es imposible desprender. Ni siquiera el turismo, que emerge con fuerza en esta zona, ha logrado que sus habitantes tengan la sensación de pertenecer a un territorio de Aragón que en realidad no está en ninguna parte, porque las montañas que le circundan son grandes escudos protectores. Esta misma sensación no es ajena a otras comarcas del Pirineo.

 

El camino de Bielsa al sur ya no es una aventura imposible. Lo fue hasta no hace mucho tiempo. En 1914 “La Ibérica” construyó la central hidroeléctrica en Lafortunada y cinco años después inauguró la carretera hasta Bielsa, salvando el peligroso paso de Las Devotas. La hidroeléctrica abrió esta vía para facilitar la actividad de sus trabajadores pero indirectamente trasladó a los belsetanos al siglo XX. Esta carretera fue de propiedad privada hasta los años 50. Las Devotas explica gráficamente el secular aislamiento de Bielsa y su inevitable tendencia histórica a relacionarse con sus vecinos del Valle de Aure. Franz Schrader escribió en 1878 su experiencia en este punto maldito: “¿Por dónde pasar? La cornisa en la que se apoyaba el camino desciende hacia el río, llega hasta la orilla y desaparece… aquí acaba el mundo”. Pocos años después el incansable viajero francés Lucien Briet también cruzó este estrecho y se quedó prendado por su endiablada belleza.

           

El paso, superado ahora por un túnel, está flanqueado por el Mataire y Punta Lierga por la izquierda, y por la collada de Tella por la derecha. Sus paredes verticales y el estruendo del agua del río Cinca instalan fácilmente esta angostura en el mundo de las supersticiones y las creencias populares. La teoría más extendida relaciona el nombre de Las Devotas con el hecho de que las mujeres se persignaran antes de aventurarse a cruzar el estrecho. La verdad es que cualquier leyenda tiene cabida en este punto mágico entre Bielsa y Ainsa. Su final por el sur coincide con las primeras casas de Lafortunada, un lugar que hasta principios del siglo XX no fue más que un conjunto de dos fondas que se conocían con el expresivo nombre de “La Infortunada”. El dueño de una de las posadas insistió en cambiar la denominación para borrar sus connotaciones negativas. Este hecho es constatado por el propio Briet cuando pasa por Lafortunada el 18 de agosto de 1903. Russel creyó que era un error toponímico de los mapas, pero se equivocaba.

 

La antigua parada para las caballerías es ahora un pequeño núcleo de población cuya fisonomía está determinada por la intervención urbanística realizada por la hidroeléctrica para alojar a sus trabajadores. El resultado deja mucho que desear. Al otro lado del Cinca, elevado sobre la Peña Solana y con el Cotiella vigilante, se encuentra el pequeño pueblo de Badaín, en el que destaca su iglesia desacralizada del siglo XII con una imponente torre que probablemente también tuvo funciones defensivas. En la margen izquierda del río Cinca se aprecian las grandes tuberías que transportan el agua a las turbinas de la central hidroeléctrica. De nuevo las historias pretéritas asaltan nuestro pensamiento: en 1949 estas tuberías fueron voladas por una partida de maquis que había cruzado la frontera. El sabotaje afectó al suministro eléctrico de Aragón, Navarra y parte del País Vasco. Fue la última acción de los guerrilleros en esta zona del Alto Aragón.

 

El agua, como ocurre en el vecino valle de Aure, ha sido y es uno de los catalizadores fundamentales del desarrollo socioeconómico de la comarca en el último siglo. Desde que la Sociedad Hidroeléctrica Ibérica fijara sus ambiciones en este rincón del Pirineo en 1918, se construyeron 15 presas, azudes y pequeños embalses interconectados mediante conducciones que llevan agua hasta 7 centrales. El conjunto representó en aquella época la segunda mayor central hidroeléctrica de Europa. Luego llegaría más al sur la construcción de grandes pantanos que provocarían un éxodo masivo a la ciudad. Sobrarbe empezó el siglo XX con 19.000 habitantes y lo acabó con apenas 7.000. No hay otro territorio en todo el estado español con una despoblación de semejantes proporciones.

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