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Juan Gavasa

Sorolla vuelve a casa

Sorolla vuelve a casa  

Durante los próximos doce meses el gran mural de las regiones de España que Joaquín Sorolla pintó para la Hispanic Society de Nueva York recorrerá algunas de las principales ciudades de nuestro país. Será el acontecimiento cultural más importante del año y una oportunidad única de contemplar de cerca la monumental obra que el pintor valenciano creó entre 1911 y 1919 por encargo del multimillonario americano Archer Huntintong. La Jacetania, y principalmente Ansó, tienen un protagonismo especial en esta soberbia creación que regresa a España después de 80 años para ser exhibida públicamente por primera y última vez.

 

            “Las regiones de España” es el nombre del gigantesco mural de 220 metros cuadrados que decora desde 1926 la Sala Sorolla de la sede de la Hispanic Society de Nueva York, una entidad fundada en 1904 por Huntintong para difundir la cultura de España y Portugal en Estados Unidos. El multimillonario americano dedicó buena parte de su vida y de su fortuna al conocimiento de la cultura hispana y a la adquisición de miles de libros y obras de arte españolas que nutrieron los fondos de su biblioteca y museo público.

            En 1911 el magnate estadounidense encomendó a Sorolla la decoración de una gran estancia rectangular de la Hispanic Society con una serie de paneles que ilustrarían las diferentes regiones españolas a través de las peculiaridades de sus gentes y sus paisajes. El resultado fueron 14 murales de tres metros y medio de altura  que plasman escenas cotidianas y folclóricas de Andalucía, Extremadura, Valencia, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, Galicia y Castilla-León. Muchos consideran este encargo como la obra magna de Sorolla. Le costó siete años de interminable trabajo, penosos viajes por todo el país y un esfuerzo físico y emocional que le dejó muy mermado. Un año después de concluir el último panel sufrió una hemiplejia de la que ya no se recuperaría.

            La idea original de Huntington era la de revisar los principales hitos de la historia de España pero Sorolla le disuadió con el argumento de que una obra de tipo histórico le exigía investigar sobre cuestiones con las que no estaba familiarizado. Sin embargo, la serie de paisajes de las provincias españolas le otorgaba mayor libertad creativa. El pintor valenciano tenía claro que quería ofrecer una representación de España buscando lo pintoresco de cada región “pero que conste que estoy muy lejos de la españolada”, aclaró en una de las múltiples misivas cruzadas con el multimillonario.

            Sorolla comenzó a trabajar inmediatamente después de cerrar con su mecenas los detalles del contrato el 26 de noviembre de 1911, por el que recibiría 150.000 dólares americanos. Recopila documentación escrita y fotográfica y viaja durante 1912 por todo el país para tomar anotaciones, realizar bocetos y adquirir objetos característicos de cada región. Desde el primer momento el artista sabía lo que quería para el panel dedicado a Aragón. “La encarnación máxima y más universal del espíritu aragonés se manifestaba en la jota”, había dicho en más de una ocasión. Así que decidido el argumento del lienzo, eligió Ansó y el traje ansotano para darle forma por su exuberante riqueza y colorido.

            Casualmente, el primer apunte que realiza Sorolla nada más firmar el contrato tiene que ver precisamente con Ansó. Lo hace en su recién estrenado estudio madrileño del paseo General Martínez Campos en el mes de diciembre de 1911. Contrató a dos mujeres ansotanas que habían bajado a Madrid a vender los productos típicos de la región para que posaran durante dos sesiones. Es un magnífico cuadro a tamaño natural que llama “Abuela y nieta. Valle de Ansó” y del que todavía se conserva una interesante  fotografía en la que se observa al pintor ultimando el grandioso lienzo. Ese primer trabajo establece el método de producción que el pintor seguiría en los años posteriores para preparar los catorce grandes murales: bocetos de tamaño natural, realismo puro en la captación de los elementos fundamentales y despreocupación por su conclusión.

            Pocos meses después Sorolla emprende el trabajo de campo por todo el país. Del 20 al 28 de agosto de 1912 se establece en el valle del Roncal, donde realiza dos grandes estudios bajo el título común de “Tipos del Roncal”. El pintor aprovechó la celebración de la fiesta en honor a la Virgen del Castillo para captar multitud de elementos y realizar diversos estudios previos que después utilizaría en la ejecución del mural definitivo dedicado a Navarra. La técnica siempre era la misma: primero dibujaba escenas individuales que después trasladaba a la obra final. En este acopio de documentación se apoyaba también en el trabajo de los fotógrafos que le acompañaban ocasionalmente.

            El 20 de agosto, día de la Virgen del Castillo, el fotógrafo de turno es el jaqués Francisco De las Heras, a quien Sorolla debió de conocer en Jaca en alguna de sus habituales estancias veraniegas. Y es que la vinculación del pintor valenciano con la capital de la Jacetania fue mucho más que casual, como luego podremos comprobar. La instantánea de los integrantes de la Junta del Valle del Roncal accediendo a la ermita con las banderas de sus respectivas localidades es la que Sorolla utilizará dos años después para pintar el mural de Navarra para la Hispanic Society. De aquella jornada de romería en el valle navarro Francisco De las Heras realizó una valiosa colección de postales de la que apenas se conserva alguna imagen suelta.

            El día 24 de agosto el pintor viaja a Ansó donde permanece tan sólo unas horas. A ese momento pertenece su ensayo “Tipos aragoneses”, que actualmente se puede contemplar en el Museo Sorolla de Madrid. El artista escribe a su mujer, Clotilde García, una carta desde el valle ansotano en la que le confiesa que “Ansó es admirable para pintar figuras; así es que cuando tenga que hacer estudios para el cuadro de Aragón volveré aquí”. Y así lo hizo en el verano de 1914, pero esta vez acompañado de su esposa y sus tres hijos. Hasta entonces el artista se somete a un gran esfuerzo físico como consecuencia de los numerosos desplazamientos que tiene que realizar por todo el país. Las condiciones de los viajes eran penosas y los alojamientos infames. A sus 49 años de edad los achaques comienzan a ser habituales. 1912 culmina con la realización de veinticinco grandes estudios, innumerables apuntes de menor formato y varios gouaches. El trabajo de recopilación ha sido fructífero.

            Después de un año de trabajo en su estudio madrileño Sorolla vuelve a viajar con la intención de ejecutar in situ algunos de los paneles definitivos. En agosto de 1914 llega a Jaca y se instala hasta principios del mes de septiembre. La idea del baile como expresión del carácter festivo y vigoroso de los aragoneses es el fundamento del mural que dedicará a nuestra tierra. Y los ansotanos sus protagonistas indiscutibles. La larga estancia de la familia Sorolla pasa prácticamente desapercibida en la prensa local de la época. Sólo un gran acontecimiento social rompe esa discreción. El 7 de septiembre contrajo matrimonio en la catedral de Jaca la hija del pintor, Maria Clotilde, con  el también artista  valenciano Francisco Pons. El enlace estaba previsto en Madrid pero Sorolla obliga a su hija a casarse en Jaca porque no desea realizar nuevos desplazamientos. Está absolutamente inmerso en su trabajo y quiere plena dedicación. El padre regala a la hija un apunte de un paisaje jacetano.

            El mes y medio que la familia pasa en Jaca es de una actividad frenética para el pintor. Con toda la información recopilada en su estancia en el valle de Roncal en 1912 realiza el panel dedicado a Navarra sin necesidad de salir de la Jacetania. Más complejo es el proceso de creación de “La Jota”. Sorolla realiza diversos bocetos en los que combina las figuras agitadas de unos niños joteros con los perfiles casi estáticos de dos mujeres ansotanas ataviadas con su característica indumentaria, que tanto había impresionado al pintor en su primer viaje al Pirineo.

            Otro estudio preparatorio, titulado simplemente “Aragón”, mezcla nuevamente a joteros y músicos entonando guitarras y bandurrias con dos mujeres ansotanas, en un intento de contraponer la sobriedad de éstas últimas con el desenfreno de las aguerridas danzas. El fondo elegido es un caudaloso río, en alusión al Ebro, que se pierde en las montañas nevadas que se divisan en el horizonte. Paralelamente Sorolla realiza numerosos estudios paisajísticos de los alrededores de Jaca que acabará utilizando en la realización del panel definitivo.

            Finalmente se centra en exclusiva en un grupo de ansotanos que danza de forma vigorosa, mientras en un primer plano un mozo corteja a una muchacha. A juicio de los expertos, “a partir de este panel la técnica de Sorolla evoluciona hacia una mayor amplitud de trazo. Las figuras quedan completamente envueltas por los perfiles sinuosos de las montañas del paisaje ansotano, con el que llegan a fundirse los personajes como si las montañas y esos hombres y mujeres estuviesen constituidos de la misma sustancia”. El pintor, impresionado por el traje ansotano, descartó los bocetos previos en los que planteaba la incorporación de los típicos baturros, y optó por el aspecto casi pétreo de la singular indumentaria de Ansó. Como ocurre en otros murales, el paisaje de fondo no corresponde a la escena plasmada. Se trata en realidad de las estribaciones pirenaicas correspondientes a Jaca y sus alrededores, una opción elegida por el artista tras desechar la idea original de dibujar el perfil de Zaragoza o algún monumento representativo de la tierra.

Según José Luis Díez, subdirector del Museo del Prado, “tanto por su original iconografía como por la potente expresividad de su planteamiento plástico, este panel es probablemente uno de los más equilibrados de la serie, a lo que contribuye no poco la sencillez de su composición, en la que el pintor huye de cualquier artificio de juegos de escorzos y perspectivas”.

            Concluido el trabajo programado, Sorolla abandona Jaca a mediados del mes de septiembre de 1914 camino de San Sebastián, donde realizará el panel dedicado al País Vasco. Ya no regresará a Aragón. En los años siguientes su entrega al encargo de la Hispanic Society es tan absorbente que se convierte en una obsesión perniciosa. En una carta dirigida a su mujer le reconoce que “no debía haberme comprometido con esa obra tan larga y pesada”. En 1918 Huntintong le visita en España y deja escrito en su diario la triste impresión que le causa su aspecto: “Sorolla no goza de muy buena salud. Está más delgado y débil y me preocupa su estado. Le encuentro decaído en general y muy cansado”.

            En junio de 1919 Sorolla finaliza el último de sus paneles para la Hispanic Society, el dedicado a la pesca del atún en Ayamonte, sin duda uno de los mejores de toda la serie. Pocas horas después recibe la felicitación personal de Alfonso XIII, que había seguido de cerca todo el proceso de creación y había mediado infructuosamente para que los cuadros se expusieran en España antes de viajar a Nueva York. Un año después el pintor sufre un ataque de hemiplejia que le aparta de sus pinceles para siempre. Murió en 1923 en su casa de Cercedilla, tres años antes de que se inaugurara oficialmente la Sala Sorolla de la Hispanic Society.

Artículo publicado en la revista "Jacetania", que edita el Centro de Iniciativa y Turismo de Jaca y realiza Pirineum Editorial.

 

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